Esta publicación está basada en el artículo publicado
en la revista Cilniana 26/27 - 2014/2017, págs. 41-80
"Reflexiones sobre el origen de Marbella y el especial aparejo de su castillo"
Daniel Moreno Fernández
Marbellí
Resumen: Este artículo contiene una recopilación de las actividades arqueológicas con resultados positivos para época preislámica, y reflexiones sobre el origen de Marbella. Un estudio de la forma en planta de las fortalezas bizantinas del norte de África para comparación con la forma del castillo de Marbella. Y una búsqueda de referentes del aparejo de sillares que da forma a la base al castillo de Marbella, proponiendo dos posibles dataciones principales para su construcción, la turco-helenístico, y la bizantina, aunque no puede ser descartada ninguna todavía.
Palabras clave: Origen preislámico de Marbella, fortalezas bizantinas, aparejo de sillares turco-helenístico y bizantino, castillo de Marbella, Mesopotamenoi.
Abstrac: This article contains a compilation of archaeological activities with positive results for the pre-Islamic period, and reflections on the origin of Marbella. Also a study of the plan form of the Byzantine fortresses of North Africa for comparison with the form of the castle of Marbella. And a search for references of the ashlar rigging that forms the base of the Marbella castle, proposing two possible main dates for its construction, the Turkish-Hellenistic, and the Byzantine, althoug neither can be ruled out yet.
Keywords: Pre-Islamic origin of Marbella, Byzantine fortresses, Turkish-Hellenistic and Byzantine ashlar rigging, Marbella castle, Mesopotamenoi.
INDICE
INTRODUCCION
1.- PRERROMANO
INTRODUCCION
1.- PRERROMANO
2.- ROMANO
2.1.- Época republicana
2.2.- Época imperial
3.- TARDORROMANO
4.- IMPERIO BIZANTINO
5.- FORTALEZAS BIZANTINAS
6.- EL ESPECIAL APAREJO DE SILLARES
6.1.- Argelia
6.2.- Túnez
6.3.- Turquía
6.3.1.- La obra turco-helenística
6.4.- Grecia
6.5.- España
7.- CONCLUSIONES
8.- BIBLIOGRAFIA
INTRODUCCIÓN
(El articulo fue realizado en 2016)
Se ha hablado mucho, estos últimos meses, sobre un posible origen romano del castillo de Marbella. Y, sin duda, el castillo tuvo una importancia relevante en la historia de la ciudad; durante siglos fue el centro neurálgico, creciendo la población a su alrededor. Pero no tiene por qué ser necesariamente el origen, su primer asentamiento. Conocemos algunas evidencias, que nos pueden hacer pensar que hubo un poblamiento previo a época romana. Y como veremos en este estudio, posiblemente tampoco sea la romana la fecha fundacional del castillo.
De esta última, gracias a las recientes evidencias descubiertas situadas en la plaza de los Naranjos, sí podemos afirmar que existió. Todavía no sabemos ciertamente qué tipo, pero se sabe con seguridad que hubo un asentamiento desde época republicana en lo que es hoy el casco antiguo de la ciudad.
Posiblemente, esa población continuó activa en época tardorromana—aunque tampoco se conoce qué tipo o la importancia de ella—y bizantina, de especial interés, al poder pertenecer a ésta la obra que recorre y configura la base del castillo tal y como lo conocemos hoy en día. De cualquier manera, bizantino o no, aún está por desvelar. Pero ese especial aparejo de sillares es el fundacional del castillo, su origen. No el origen de Marbella, pero sí el de su castillo.
La época islámica en Marbella es bien conocida por todos; ha sido estudiada en profundidad por múltiples historiadores y especialistas en el conocimiento de esa etapa histórica. Hasta hace muy poco, existía un consenso generalizado en virtud del cual la construcción original del castillo era adscrita a época califal, negándose la existencia de una ocupación anterior al no aparecer nombrada la ciudad en documentos de los inicios del islam en la zona. Sin embargo, en el Plan Director de 2010 sí se apunta a que la fábrica de sillares inicial pudo pertenecer a época emiral, y también señala algunos sillares en la base con posible origen romano. En el último trabajo realizado sobre el castillo, el estudio de los paramentos de 2015, otorga un origen del castillo para época romano republicana, con un uso posterior continuado de la fortaleza en todas las etapas históricas hasta prácticamente nuestros días.
En este estudio hago una compilación de datos arqueológicos con el fin de desarrollar las distintas posibilidades basándome en las pruebas existentes, y que sirva como complemento o herramienta para futuros descubrimientos, en un sentido amplio de la historia, es decir, abierto y sin dogmas. La primera parte consta de una recopilación y análisis por etapas de los hallazgos arqueológicos en el casco antiguo de Marbella, comenzando por los correspondientes a la etapa prerromana, que, aunque escasos, abren futuras vías de investigación sobre una población para esta época. Seguido de los más numerosos descubrimientos para el periodo romano, tanto republicanos como de época imperial. Algunos, también escasos, de la etapa tardorromana. Para finalizar con la época bizantina, de la cual no tenemos todavía constancia material de su presencia en el casco antiguo de Marbella, cuestión que complica la adscripción de la fábrica de sillares de la base del castillo a esta etapa histórica. A continuación, hago una recopilación de fortalezas bizantinas del norte de África, en un intento de encontrar similitudes en la forma de su planta con el castillo de Marbella. Para finalizar con un ejercicio visual, una búsqueda de referentes positivos al aparejo de la base del castillo. Esta búsqueda comienza en el norte de África, para continuar en Turquía y Grecia. Y, como podremos comprobar, es una secuencia de hiladas y sillares muy especial, inédita en España, poco usada por los bizantinos en el norte de África, y muy repetida y visible en la Turquía helenística, con algunos posibles referentes en la Grecia clásica.
Como me suele comentar un gran amigo, son todavía solo algunas teselas de un mosaico incompleto. Marbella ha carecido de intervenciones arqueológicas con el fin de realizar estudios sistemáticos sobre su historia y patrimonio. Tan solo desde el 2012 comenzaron una serie de actuaciones en el castillo de las que han surgido nuevas teorías para su origen y también obviamente nuevas dudas. Estas intervenciones, bajo mi punto de vista totalmente positivas, dan vida al monumento, no solo se contempla, sino que se analiza y estudia, creando también a su vez un mayor interés del ciudadano sobre su patrimonio.
En 2015 formé parte del equipo de investigación en el estudio de los paramentos del castillo de Marbella de forma voluntaria y totalmente gratuita, asistiendo durante la ejecución de los trabajos de campo llevados a cabo. También participé en las excavaciones realizadas en 2012 y 2014 en la explanada del castillo anexa al colegio, como parte del equipo de investigación, dibujante de campo y auxiliar de campo. Y ahora aprovecho este escrito para intentar aportar mi humilde grano de arena, expresando las ideas y teorías que las experiencias de estos últimos años me han generado sobre el origen de mi ciudad, Marbella.
(Fig. 1).- Para una mejor comprensión del documento, adjunto imagen obtenida de la animación 3D “Marbella en el siglo XVIII” nombrando las principales partes del castillo.
1.- PRERROMANO
Prerromano es un periodo de tiempo demasiado amplio que incluye varias etapas históricas y, por lo tanto, ajustarse a él conlleva una gran imprecisión. El problema viene de la escasez y lo puntual de los restos encontrados para estas etapas, lo que me ha llevado a agruparlos en un solo apartado. La mayor parte de los restos fenicios encontrados en Marbella están situados en la zona oriental del municipio, en concreto en la desembocadura del río Real (Martin, 1995/96) y la zona de los Monteros, y por lo tanto quedan fuera del ámbito de este estudio, que se ciñe al casco antiguo de la ciudad.
Cuanto más lejano en el tiempo, más difícil es encontrar evidencias, y más teniendo en cuenta que la potencia de la mayoría de las intervenciones arqueológicas que se han realizado siempre ha sido muy escasa. A muy pocos metros, centímetros en la mayoría de los casos, se ha llegado al nivel geológico. Las diferentes edificaciones levantadas posteriormente arrasan con las existentes, o en algunos casos se apoyaban sobre su cimentación cuando su estado lo permitía o les fuera útil. Pero en ningún caso se ha encontrado una estratigrafía completa que permita ofrecer un relato continuo sobre las distintas ocupaciones en la zona; las encontradas siempre han sido parciales, limitadas por su escasa profundidad y la afección de las más modernas estructuras sobre otras más antiguas que impedían su datación.
Sí se han encontrado diversos restos cerámicos, tanto dentro como fuera del actual recinto del castillo, que nos pueden hacer pensar que existió un poblamiento previo a la ocupación romana. Por ejemplo, en la intervención realizada por Sebastián Fernández (Fernández, 1998) donde encontraron cerámicas a torno lento y un borde de ánfora de saco datada a finales del siglo VI a.C. Y en la conclusión del informe expresan que: "estos restos avalan la existencia de una ocupación humana, próxima al área del castillo, desde al menos una época protohistórica, hasta momentos bajo imperiales". No entiendo bien por qué hablan de un área próxima al castillo y por qué no dentro del mismo, donde fueron encontradas las cerámicas.
Otros restos son los hallados y recogidos en un contenedor de las obras que se realizaron en una parcela anexa al sur de la iglesia de la Encarnación (Cervera, 2009). Estos restos, aunque no incluidos en el estudio cerámico, y tan solo hace mención de ellos, estarían datados entre los siglos IV al II a.C. (el estudio comienza con las cerámicas romanas republicana, siglo II a.C. Hablaremos de ellas más adelante).
También fuera del recinto del castillo, en la Intervención en calle Gloria 5 (Alhambra, 2003) se encontraron restos cerámicos datados entre los siglos III al I a.C.
Todos estos restos, dentro y fuera del castillo, son indicios que parecen avalar la existencia de un asentamiento prerromano en la zona. Y, efectivamente, no solo pudo estar ocupada la parte más elevada del casco antiguo que corresponde a la ubicación del castillo, sino que también pudo extenderse por la ladera oeste y sur, hasta posiblemente el cauce del río Huelo, que haría las veces de foso natural, y límite del poblamiento.
La geografía de la zona, un punto elevado con una cota de 35 m n.s.m., cercano al mar, a unos 450 m de distancia, junto a la desembocadura de un río, son características comunes en los asentamientos ibero-púnicos que abundan en nuestra costa. "La Era" en Benalmádena, "Cerro del Castillo" en Fuengirola, la desembocadura del río Real al este de Marbella, "Cerro Colorado en Benahavís", "Cerro del Águila" en Estepona y algunos más son claros ejemplos de la predisposición a ubicar sus asentamientos en lugares con estas características comunes. Pero es que, además, Marbella posee la característica especial que proporciona el trazado del río Huelo, que, viniendo desde el noroeste, pasando al oeste paralelo a la calle Huerta Chica, y hasta desembocar en el arroyo de la Represa, cierra la zona en forma de "Y", dejando al descubierto tan solo algo más de 200 m en su zona norte, lo que actualmente se corresponde a las calles Portada, Chorrón y más o menos la mitad de la calle Peral, lo cual, con un reforzamiento de las defensas en ese flanco, proporcionaría un refugio fácil, casi natural, a los habitantes de la zona.
En la I.A.U. (Fernández, 1998) se encontraron en la cimentación del faldón sur del castillo, perteneciente a la plaza de la Iglesia, una decena de sillares almohadillados, colocados en dos hiladas, los cuales en el reciente estudio de los paramentos del castillo (Sánchez, 2015) realizado por las empresas Yamur y Arqueosur, reflejado en el monográfico de la revista U.E.-0 nº 2 (Sánchez, 2016) son adscritos por su tipología a época romano republicana, sin tener en cuenta el resto de dataciones posibles, como puede ser en este caso la púnica. Aunque hablaré más extensamente de estos sillares en el siguiente apartado, tan solo quiero decir que es igual de arriesgada su adscripción a época púnica que a romana teniendo solo en cuenta su tipología, sin una estratigrafía que lo apoye, ya que esa peculiar forma de almohadillado en los sillares es también usada por los cartagineses en España[1].
También conviene apuntar, aunque hablaré de este tema en los apartados finales de este escrito, donde hago una búsqueda de referentes del especial aparejo en la base del castillo, la posibilidad de que, por la gran similitud en las secuencias de sillares e hiladas, esta base tenga una procedencia de la Grecia clásica o de la Turquía helenística, o, lo que es lo mismo, datadas entre los siglos V-II a.C.
(Fig. 2).- Situación en el callejero de las actuaciones mencionadas en este apartado.
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[1]Vid. Manuel BENDALA y Juan BLÁNQUEZ: “Arquitectura militar púnico–helenística en Hispania”, CuPAUAM, 28-29, 2002-2003, pp. 145-158.
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2.- ROMANO
2.1.- ÉPOCA REPUBLICANA
Es en estos momentos, en el contexto de las guerras púnicas, cuando más se puede justificar la creación de una fortaleza romana en la zona. Roma expulsa a los cartagineses de Hispania, la ocupa, explota y romaniza con la intención de que no vuelvan a resurgir intentos como el de Aníbal. Durante estos siglos, son numerosas las intervenciones militares para apaciguar y someter a los diferentes pueblos de Hispania. Roma se impuso militarmente en un continuo intento de dominar lo que posteriormente se convirtió en una provincia más de la república.
En cuanto a fortalezas romanas en la zona, se habla de la posibilidad de que existiera una en Campanillas (Málaga), pero se encuentra totalmente destruida. Tan solo se pudieron constatar (Malax-Echevarría, 1969) muros, con un ancho máximo de 1.45 m, y dos puertas. En Mollina (Málaga) se encuentra El castillo de Santillán. Un quadrabugium con unas medidas aproximadas de 30 x 30 m, con una torre cuadrada en cada uno de sus cuatro vértices, aunque su construcción es datada en el siglo III d.C., sobre una villae rústica; por lo que no tenemos referentes de castillos en la zona para esta etapa histórica.
Entre los restos encontrados en el casco antiguo de Marbella tenemos los sillares almohadillados en la cimentación de la muralla de la plaza de la Iglesia. En las primeras dos hiladas del paramento, ocultas bajo el nivel de calle, junto a la cara este de la torre Blanca, encontraron una serie de sillares almohadillados con las aristas “en general bien escuadradas”. Según el informe de la intervención (Fernández, 1998) no se cree que ese fuera el sitio original para el que fueron construidos esos sillares, sino que se habla de la posibilidad de que fueran sillares reutilizados procedentes de construcciones romanas situadas en el entorno. Actualmente, en el estudio de los paramentos (Sánchez, 2015) se indica que sí, que son romanos, y que se encuentran en su ubicación original. Cuestión que me parece, como poco, complicada de afirmar a través de fotos casi veinte años después de su descubrimiento.
La intervención en el testero sur (plaza de la Iglesia) no pudo datar la fundación del castillo, ya que el relleno que colmataba la cimentación del lienzo no aportó material arqueológico. Esta cimentación, a lo largo del testero sur, no es continua, emplea diferentes soluciones para la misma, no usa una sola forma constructiva. En algunos casos, encuentran, según la descripción dada en el informe, sillares con mampuestos pequeños no careados en las juntas a modo de calzos; sillares más pequeños con mampostería en su enlace con la muralla; otros sin zapata en donde los sillares están dispuestos directamente sobre el terreno. La cimentación bajo estos sillares almohadillados, de unos 30 cm de profundidad, está formada por piedras irregulares, retocadas rudimentariamente, con recalces en las juntas, tal y como describen en la Revista UE-0 nº 2. Cimentaciones todas ellas, que no parecen nada típicas de época romana, las cuales, según J.P. Adam (Adam, 2002, págs.. 115 y 116), estas eran cuidadas igual o más que las partes vistas, sin escatimar en la profundidad hasta llegar al solidum e incluso más abajo dependiendo de la importancia de la obra. Y llegando a la roca base, esta era tallada para recibir las primeras hiladas. E incluso, cuando el suelo lo permitía, la cimentación de mampostería la realizaban con encofrado de tablas pegadas a las paredes de la zanja excavada, quedando un macizo de basamento perfectamente alineado, que dejaba incluso las marcas horizontales de las hiladas. Es difícil imaginar que en una obra romana, “de un muro monumental de excelente factura, construido con piezas de sillería cuidadosamente labradas a escuadra, ensambladas a hueso en un aparejo isódomo perfecto”, tal y como lo describen en el estudio de los paramentos (Sánchez, 2016) se emplee una base tan rústica, con tan poca profundidad, y que incluso usa recalces en las juntas. El problema es que en el informe del descubrimiento (Fernández, 1998) tan solo tenemos sus descripciones, y como documento gráfico una foto en blanco y negro. La ausencia de representación gráfica de los perfiles de la cimentación impide su posterior estudio.
Esa disparidad en la forma de resolver la base que sustenta la muralla, y la rusticidad empleada, nos hace pensar en la posibilidad de que algunas de ellas puedan pertenecer a reparaciones de distintas épocas, o también, y más posiblemente pertenezcan a la cimentación de una obra rápida, con material de acarreo, tal y como suele ser habitual en la obra que ocupa las primeras hiladas de sillares de esta muralla situada en la plaza de la Iglesia, y que veremos más adelante, puede que de época bizantina.
En el estudio paramental (Sánchez, 2015 y 2016) hablando de estos sillares almohadillados, terminan diciendo que: “Desde un punto de vista cronológico tan solo podemos recurrir a la comparación de estos restos con algunos prototipos arquitectónicos que remiten a momentos del cambio de era, destacando su uso en la arquitectura del periodo romano republicano”. Y hacen referencia al estudio de José Ángel Asensio Esteban (Asensio, 2006). Pues bien, en la introducción de este estudio, por el que ellos mismos avalan la datación de los sillares a época republicana, se habla de la gran problemática que existe a la hora de una datación cronológica de las diferentes tipologías de la obra antigua sin datos estratigráficos. Y en concreto los mayores problemas que tiene el opus quadratum, ya que su uso es muy amplio, desde en ciudades con origen prerromano, griego o púnico (detalla numerosos casos de ellos), hasta la República Tardía y el Imperio. Textualmente, y también en el mismo estudio de Asensio, citando a P. Gros (Architettura e societá nell'Italia romana, Roma, 1987, p. 180), se afirma: “En lo que respecta a la cronología, el estudio de la arquitectura en general, y mucho más de época antigua, resulta en ocasiones muy complicado establecer periodos o fases claras en la evolución de los estilos o de las técnicas constructivas. La República Tardía no es, en este sentido, una excepción, ya que frecuentemente encontramos métodos de trabajo, tipos de decoración o sistemas de construcción que perduran durante siglos sin apenas cambios o que vuelven a estar en vigor décadas después de haber sido introducidos por primera vez en la tradición arquitectónica romana”. Parece quedar claro que la adscripción de estos sillares almohadillados, sin otros datos que lo apoyen, a época romano republicana, sin tener en cuenta las otras posibles etapas históricas en las que se pudo usar, no es válida. Pueden estos sillares pertenecer a cualquiera de ellas.
Un problema parecido al que ocurre con la datación cronológica es el que nos encontramos a la hora de decidir el tipo de estructura o edificación al que pudieron pertenecer esos sillares. En el mismo estudio, Asensio Esteban apunta que: “A pesar de que en un primer momento este aparejo se emplea en Hispania fundamentalmente en obras defensivas, con el tiempo fue utilizado en todo tipo de construcciones, tanto de carácter religioso como civil”, describiendo un gran número de ejemplos de cada uno de ellos.
Por lo que tenemos, una decena de sillares almohadillados en la cimentación de la muralla de la plaza de la iglesia, en los que no queda claro si es material de acarreo tal y como indican en la intervención de su descubrimiento; la cimentación bajo estos no parece por su descripción que sea obra genuina romana; la datación de los mismos no queda clara: puede ser griego, púnico, republicano e incluso imperial; y el tipo de edificación al que pertenecieron puede ser prácticamente cualquiera que tenga que ver con obra militar, civil, religiosa, o pública.
Tomando como base a esos sillares, se ha formado la teoría de la presencia de una posible fortaleza militar romana en época republicana. Suponiendo que esta decena de sillares estén en su sitio original y no sean de acarreo, habría que preguntarse. ¿Dónde están los miles de sillares almohadillados necesarios para la formación de un castillo de esas dimensiones? Hasta ahora no se conoce la existencia de ni un solo sillar más con esas características en ninguno de los paramentos del castillo. ¿Los ha enmascarado la erosión en la piedra no quedando ni uno solo visible?¿O es que es en realidad un puntual material expoliado de otra edificación?
Otros sillares, supuestamente atribuidos a época republicana, son los encontrados en la explanada norte del castillo (Sánchez, 2014) sillares en el sondeo 1S. A la finalización de la actividad arqueológica realizada en la explanada del cuadro alto del castillo, en la que participé como parte del equipo de investigación, auxiliar de campo y dibujante de campo, encontramos en un reducido espacio situado en una de las esquinas del sondeo (bajo una estructura con la apariencia de base de un pilar construido con ladrillos de época moderna) dos sillares alineados con una tendencia este-oeste, los cuales podrían formar parte de la muralla original de separación entre el cuadro alto y bajo del castillo.
Si, como hemos visto antes, la datación cronológica por el tipo de aparejo sin datos estratigráficos es complicada, en este caso lo es aún más si cabe, ya que estos sillares ni tan siquiera poseen la decoración distintiva que proporciona el almohadillado en su cara vista y, además, complicada también por lo reducido de la superficie expuesta, limitada al encontrarse en una esquina del sondeo y sobrepasar la superficie del mismo. Se trata de dos sillares alineados, con un calce en la junta de unión entre ellos y un más que dudoso “emplecton”, ya que solo se pudo constatar cuatro piedras de pequeño tamaño sobre un hueco en la parte superior de uno de los sillares. Por lo que la adscripción a una época concreta me parece una tarea imposible con los datos disponibles; pueden pertenecer a prácticamente cualquiera de ellas.
Estos dos sillares pertenecen a la punta de una “sombra” mayor obtenida a través de un escaneo con georradar realizado en el 2013[2]. Esta sombra se ampliaba en anchura y longitud hacia el oeste formando lo que podrían ser los restos de algún tipo de edificación, que por su situación bien podría ser parte de la torre para la defensa de la puerta de la retirada del castillo, o la puerta misma. Se hace necesaria una futura intervención en esta zona, en la que, a través de un estudio adecuado, se pueda, esta vez sí, conocer más sobre esos sillares, sobre la división entre el cuadro alto y bajo, y el posible edificio cuya sombra mostró el georradar.
Fuera del límite del castillo, durante las obras realizadas al sur de la iglesia de la Encarnación, Cervera Añón recolectó del contenedor de escombros surgidos de la obra numerosas piezas cerámicas con las cuales realizó un estudio de identificación detallado (Cervera, 2009). En concreto, de la época que nos ocupa encontró cerámica campaniense, restos de platos y lucernas.
Este descubrimiento fuera del castillo, a unos 50 m en línea recta, puede indicar dos cosas. Una, que, por algún movimiento/traspaso de tierras, las cerámicas que se encontraban dentro del castillo fueran trasladadas allí. O una segunda, la posibilidad de una actividad edilicia/poblacional fuera del ámbito del castillo. Esta segunda opción, de ser así, complica aún más la teoría de la posible fortificación romana, ya que estaríamos hablando de una población en época republicana contraria a un asentamiento militar en el que evitan, normalmente y en medida de lo posible, obstáculos visuales y/o edificaciones que puedan ser usadas para ocultación o parapeto del enemigo, al menos en las cercanías de las murallas.
Siguiendo con el argumento anterior, y teniendo en cuenta un reciente descubrimiento en una vivienda situada en la esquina suroeste de la plaza de los Naranjos (Altamirano, 2016) situados a una distancia de aproximadamente 100 m en línea recta de la entrada principal del castillo, se han encontrado restos de la cimentación de algún tipo de edificio sin identificación posible, realizados en mampostería, con cerámica campaniense asociada a ella, que les ha permitido datar esos restos a entre los siglos II a.C. a I d.C. Estos resultados nos posibilitan empezar a hablar de la existencia de algún tipo de población de época republicana en lo que es hoy el casco antiguo de Marbella. Lo que, unido a los restos cerámicos de época fenicio/púnica detallados en el apartado anterior, variados y encontrados tanto dentro como fuera del límite del castillo, nos permite poder hablar de, quizás, la continuidad de un asentamiento poblacional desde al menos época púnica, un oppidum ibero-púnico, romanizado en tiempos de la república, y hasta nuestros días[3].
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[2] Exploración georradar, modalidad 3D, en el castillo de Marbella. Agosto-Septiembre 2013”,realizado por el Instituto Universitario de Investigación Andaluz de Geofísica y Prevención de Desastres Sísmicos (IAG) de la Universidad de Granada,
[3] Desde la publicación del articulo en la revista Cilniana (2017) hasta la entrada en este blog, han sido encontrados otros restos cerámicos de época romano republicana en el entorno del castillo, como los de calle Gloria (Requena, 2019).
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2.2.- ÉPOCA IMPERIAL
3.- TARDORROMANO
En estos siglos florece la ya Hispania romana. Estamos en un periodo pacífico, con una gran prosperidad económica sustentada en la explotación de los recursos naturales y el comercio de los mismos, de lo que resulta una gran acumulación de villas dedicadas a la recolección y procesado de los productos, que una vez finalizados son enviados en barco a Roma. Tan solo en la costa malagueña son conocidas una quincena de estas villas.
Los restos encontrados pertenecientes a este periodo son numerosos, dentro y fuera del castillo. Sin tener en cuenta los restos descritos por Vázquez Clavel en el siglo XVIII, los cuales todavía, varios siglos después de su escrito, no se han comprobado ni estudiado ninguno de ellos. Y algunos como el "albercón", un rectángulo de 68.55 m x 21.74 m, usado al este de la plaza de los Naranjos como cimentación de las viviendas allí situadas, y que, según la descripción que hace de sus paredes, parecen formadas con opus signinum; o lo que denomina como desagüe de este albercón, una conducción situada al sur del mismo, con unas medidas de 1.24 m x 3.34 m, construida según él con la misma "argamasa o derretido" que el albercón (¿opus signinum?), y que, con dirección sur, parece destinada a la evacuación/trasporte de aguas fuera de la ciudad. Bien podrían ser estos restos romanos, aunque como decía anteriormente carecen totalmente de estudio arqueológico alguno. Pasamos, pues, a enumerar algunos de los más significativos que si han sido fechados para época romana.
En las intervenciones citadas en el apartado anterior también se encontraron restos cerámicos de época imperial, como por ejemplo el borde de ánfora Dressel 1A (Fernández, 1998). O restos de un aplique decorativo, que podría fecharse en época alto imperial, y fragmentos de ánforas cuya datación se extiende desde el I d.C. hasta el IV d.C., en el rescate del contenedor de escombros (Cervera, 2009). Y prácticamente en cualquier intervención realizada dentro o en el entorno cercano al castillo se encuentras restos cerámicos, en muchos casos demasiado machacados para poder ser identificados. En la prospección en la explanada del castillo de 2014 (Sánchez, 2014), encontramos un muro de mampostería asociado a un suelo de signinum, datado en un espectro temporal de entre el siglo I d.C. y el IV d.C., el cual formaba parte de algún tipo de habitación cuyo uso no pudimos aclarar. Pero es una muestra más de que el interior de la zona de lo que actualmente es el castillo estuvo ocupado para estas fechas.
En la excavación arqueológica realizada en el museo del grabado situado en el antiguo Hospital Bazán, en el año 2007, por Inés De Torres, José Ignacio López y David Gestoso (De Torres, 2007), se encontraron, en un relleno/vertido de nivelación datado para entre los siglos XII y XIII, numerosos restos constructivos y cerámicos de época imperial romana, bordes y fragmentos de ánforas como la tipo Dressel 1, un anzuelo de bronce, fragmentos de jarros, cerámicas de paredes finas, cerámica de cocina (platos-tapaderas, cazuelas de borde bífido), mortero para revestir paramentos o fragmentos de cornisas decorativas de estuco. Destacando unos fragmentos de estuco pintado que podrían pertenecer al tercer o cuarto estilo. La explicación dada por los autores de la prospección a esa abundancia de materiales romanos es que se trataría, tal vez, de un vertido procedente de alguna villa ubicada no muy lejos del lugar de la intervención. Y bien es cierto que la zona del Hospital Bazán posee un gran desnivel, perteneciente al terraplén del río, por lo que es posible que estuviera fuera del ámbito poblacional de la ocupación romana, usado como basurero durante siglos. Y la nombrada villa ocupara la elevación del castillo hasta la plaza de la Iglesia, zonas donde mas restos romanos han aparecido.
Hay otros muchos hallazgos que no han podido ser datados al carecer de estratigrafía y, aunque por sus características son de época romana, no se puede precisar el siglo al que corresponden. Es el caso de las siguientes.
En el transcurso de las prospecciones previas a la instalación de contenedores de residuos sólidos, (Núñez, 2009), se encontraron en el contenedor, cuya ubicación inicial era en la calle Portada (fue reubicado para proteger las estructuras), restos parciales de muros con la misma orientación que los paramentos norte de la muralla del castillo. Tal y como explican en el informe, estos restos posiblemente puedan ser pre-medievales, y al poseer la misma orientación que las murallas del castillo puedan tener algún carácter rector entre ellas. Nos encontramos con el problema recurrente de la no existencia de estratigrafía, sin la que tan solo se puede especular con la datación. También, en el contenedor de calle Chorrón-Plaza de Ronda, encontraron un asa perteneciente posiblemente a un recipiente de época romana sin identificar.
Asimismo, en calle Escuela, durante la intervención arqueológica preventiva realizada por Ana Belén Moreno y Alberto Cumpián (Moreno, 2010) encontraron numerosas estructuras afines a época romana. Unos posibles peldaños al inicio de la calle formados por sillares de piedra, con dudas por el estado en el que estaban, rotos por la inserción de tubos de alumbrado; obviamente, con esas condiciones, sin datación real posible. Un muro de sillares con orientación norte-sur, que, a unos 35 m del límite con la plaza de San Bernabé, parece hacer esquina hacia el oeste y, asociado a este muro, un pavimento de opus signinum. Siguiendo hacia arriba de la misma calle, en las escaleras de la entrada principal del colegio, encontraron lo que parece un capitel jónico, recortado en su parte más ancha, incluidas las volutas, y con marcas para su trasporte; parece haber sido tallado para su encaje y utilización como material de acarreo en otra ubicación que no se corresponde con la original. Y en la parte más alta de calle Escuela, en su cruce con calle Solano, aparecieron tres sillares con dimensiones de entre 1 y 1.5 m de longitud, con orientación también norte, sin poder definir a qué estructura pertenecieron, y, añado yo, sin datación posible. En el caso de los sillares asociados al opus signinum, sí se puede afirmar una datación romana, sin poder especificar más; pero en el caso de estos sillares aislados no es posible una datación segura al carecer de estratigrafía. En la valoración final de la intervención (todavía no se había descubierto el castellum aquae del que hablaremos ahora), exponen la posibilidad de que el general de los restos descubiertos pertenecieron a una “residencia” previa a la fortificación musulmana. Y puede ser así y corresponder a una villa, aunque por la información que disponemos ahora parece más probable que el signinum encontrado forme parte de una canalización de agua, aunque no se puede descartar su uso como suelo habitacional. Tanto en esta vigilancia, como en otras intervenciones en el interior del castillo, se han encontrado teselas sueltas. El problema es que en ninguno de los pavimentos de signinum descubiertos se ha podido ver la última capa de cal que recibiría las teselas, ni por supuesto ningún fragmento de mosaico conservado, por lo que, de ser suelo visitable, el signinum sería el nucleus definido por Vitruvio, sin revestimiento asociado (Adam, 2002, pág. 253). Pero tampoco contiene este nucleus las improntas de las teselas, siendo su cara vista totalmente lisa, por lo que esos suelos no sostendrían mosaicos sobre ellos y no se puede descartar que los que discurren por calle Escuela formaran parte de una canalización.
También sin datación posible, aunque romano, tenemos en el interior del cuadro norte del castillo lo que con casi toda probabilidad es una llegada de agua al punto más alto del casco antiguo, un castellum aquae (Sánchez, 2012). Con la clara intención del reparto de agua por gravedad a otras zonas anexas. Castellum que muy probablemente estaría asociado a las mencionadas planchas de signinum de calle Escuela. La función de las canalizaciones sería el reparto de agua a las zonas bajas. Esta traída de agua tuvo que ser, debido a la orientación este-oeste de la plancha de signinum que formaba parte del castellum, mediante acueducto en altura, o bien con caída norte-sur, o bien con el mismo ángulo de la canalización de signinum, este-oeste.
Esta estructura hidráulica formada por un acueducto (desconocido, pero la fórmula más lógica y usada en época romana) un castellum aquae para la recepción y reparto de agua y las canalizaciones encontradas en calle Escuela pueden ser tanto republicanas como imperiales, y son incompatibles con la idea de una fortaleza romana. El acueducto sería un “punto débil” por el fácil acceso al interior que proporcionaría, (sabemos que en épocas posteriores el agua entraba al interior gracias a una noria). O bien, bloqueando el caudal, podrían recortar el tiempo de espera en el asedio. La recogida y almacenamiento de agua de lluvia en grandes cisternas es la forma más habitual para el aporte de agua en las fortalezas de todos los tiempos, con la clara intención de evitar que en caso de asedio se agote ese bien tan necesario; y hasta ahora no se ha encontrado nada parecido a un aljibe dentro del castillo. Además, los castella tienen una clara función que es el reparto de agua para los diferentes usos de una población; es agua civil, no militar (Vitruvio, VIII, 6), y las canalizaciones encontradas en calle Escuela podrían avalar ese reparto.
Nota: Parece ser que recientemente se ha encontrado una necrópolis romana (además de musulmana) en las obras realizadas en el Hotel El Fuerte, junto al fuerte de San Luis. El informe está todavía inédito y desconozco los detalles.
Otras estructuras fuera del recinto del actual castillo son las encontradas también en la plaza de Los Naranjos, esta vez en el noreste, a unos 40 m en línea recta del faldón oeste del castillo (Tomassetti, 2015). En este caso, sí se encontró estratigrafía para poder datar los restos en el siglo I d.C. Se trata de la cimentación de un edificio y una canalización de tégulas, posiblemente para la evacuación de aguas, que, unido a la gran cantidad de restos de ánforas, se puede pensar que se trataba de alguna actividad industrial, tal y como es expresado en el informe. Por lo que de nuevo se puede constatar actividad poblacional fuera del ámbito del castillo para época romana.
En el estudio de los paramentos del castillo (Sánchez, 2015), se adscriben a época imperial diversos sillares situados en el sur, este, y norte del castillo. En el sur, situados en la parte central de la base del paramento de la plaza de la Iglesia, se encuentran una docena de sillares colocados a soga, sin mortero en sus juntas. A estos sillares también les corresponde la cimentación descrita en la actuación del 98 (Fernández, 1998) cimentación irregular, tanto, que en algunos casos es inexistente y los sillares apoyan directamente sobre el geológico, en algunos casos arcilloso. Cuestión que como decíamos anteriormente no parece apuntar a una cimentación romana. Pero desconocemos cuál de las cimentaciones detalladas es la que se corresponde a estos sillares, ya que no existe grafismo que las ubique. Quizás, pero es solo una suposición, por su aspecto estos puedan ser los únicos sillares romanos en su situación original, pudiendo pertenecer a algún tipo de edificación desconocida (¿muro de contención de una supuesta villa?). Aunque por el pequeño número de ellos, y formar además un aparejo, hiladas a soga, que no vuelve a repetirse con regularidad en ningún otro lugar del castillo, es bastante probable que fueran desmontados de otra construcción y colocados donde se encuentran actualmente.
Al norte y este la fábrica de esta supuesta obra romana cambia, con un aparejo de alternancia 1 soga 1 tizón en la misma hilada. También colocados a hueso. Y según el estudio darían forma, en su base, a las murallas y torres del castillo en sus partes norte y este tal y como lo conocemos actualmente (Sánchez, 2015). La adscripción de estos sillares a época imperial es más que dudosa, ya que tan solo tenemos su tipología. Y esta alternancia de soga y tizón en una misma hilada, pese a aparecer de forma muy sistemática en murallas griegas, tan solo se usó en épocas republicana e imperial de forma esporádica, y sí que se volvió a usar de manera más frecuente en épocas bien tardías, como la Puerta San Sebastiano de Roma (antigua Porta Appia), reconstruida bajo Honorio (395 al 423), o la muralla de Justiniano en Palmira, de época bizantina, (Adam, 2002, págs. 119-120). También Basilio Pavón Maldonado, en su estudio “Murallas de sillares de ciudades y fortalezas iberomusulmanas (siglos VIII-XI)”, habla de que el uso del aparejo a soga-tizón estaba a la orden del día en fortalezas afrorromanas y bizantinas de Túnez y Argelia, y cómo esta obra bizantina pudo influir en las primeras construcciones islámicas. Pero no es un tipo de obra sistemática ni en la república ni en el imperio y se ve en contadas ocasiones.
Es también curioso leer un fragmento, una conclusión, realizada en el Plan Director del Castillo de Marbella, redactado por la empresa Yamur. Arquitectura y Arqueología, S.L. en diciembre de 2010, (Gurriarán, 2010, pág. 67): “El debate sobre la datación del origen de la fortaleza marbellí continua abierto. De las teorías expuestas, que van desde unas opiniones románticas sobre lo romano y otras mejor estructuradas al respecto pero igualmente no demostradas, hasta novedosas y atractivas hipótesis acerca de una posible fabrica emiral, ninguna ha podido ser constatada documental o arqueológicamente. La falta de pruebas contundentes sigue siendo el principal problema, dado que no existen argumentos literarios ni otros procedentes de la arqueología que sean concluyentes al respecto. Esa es la situación, también de momento, sobre su identificación con un hisn andalusí”. Me alegra sinceramente que finalmente le surgiera este repentino enamoramiento, es un castillo que enamora, aunque estoy más de acuerdo con esta conclusión expuesta hace unos años que con las actuales. Sobre todo, en que el principal problema sigue siendo la falta de pruebas contundentes.
Por todo esto, parece claro que estamos en el mismo problema que nos encontramos anteriormente, en el que sin datos estratigráficos o pruebas científicas, no se puede afirmar una datación sin tener en cuenta las otras opciones posibles.
Hemos hablado anteriormente de la dificultad que entraña la datación cronológica tan solo por la tipología de los aparejos de una obra de época antigua. También de la posibilidad de que incluso puedan ser material romano reutilizado. Y también de que puedan pertenecer a otro tipo de edificio/estructura distinta a una fortaleza. Y en este caso en concreto la utilización de distinto aparejo, hiladas a soga al sur y alternancia en una misma hilada a soga y tizón en el este y norte nos puede indicar la existencia de dos edificaciones bien distintas (de todos es conocido la meticulosidad y homogeneidad de la obra romana, en la que no mezclan diferentes tipologías en sus obras). Dos tipos de obra diferente, para dos edificios distintos, que no tienen por qué formar parte de un solo ente, una fortaleza. Así, suponiendo romanos los sillares situados al norte y este que dan la forma al castillo en esa zona, pudiera ser que esas murallas y torres formaran parte del cierre de la ciudad, de las murallas de una población pre-islámica. Murallas y torres que no implicarían la existencia de una fortaleza, sino que tendría un uso común en estos casos, como es la protección de la población que rodea.
Pero es más: nada de lo anterior es aplicable; los sillares que se encuentran al este, en calle Arte, y en la cara norte de la Torre del Cubo, con tipología I.4, U.E.M. 3 (Sánchez, 2016) no son de época romano imperial, como se afirma en el estudio, sino que pertenecen a la tipología I.9, U.E.M. 6, de época bizantina, ya que en fotos antiguas que muestran la base de esos tramos de muralla, (figs. 3 y 4) se aprecia claramente cómo sobre una base irregular, tosca, de piedras de distintos tamaños, algunas pequeñas usadas incluso como recalces para la nivelación de la hilada superior, se encuentra una o dos hiladas de sillares con alternancia soga y tizón y, encima de estas, una hilada de sillares “acostados” característicos de la tipología I.9. de adscripción bizantina en dicho estudio, de la cual hablaremos más adelante. Con el resto de sillares adscritos a época imperial situados en la parte norte ocurre lo mismo, porque es la misma fábrica, pero en este caso sin ser visible la hilada de sillares acostados, posiblemente oculta por el nivel de calle y jardineras. Ellos mismos piensan y expresan en el informe que pertenecen a una misma obra todos ellos. Por lo que, al ser clara la tipología I.9 en calle Arte y torre del Cubo, y pertenecer a la misma obra el resto de sillares en los lienzos norte, parece también equivocada la datación de estos sillares a época imperial, en la que como hemos visto anteriormente no era además obra típica romana hasta momentos tardíos.
Esta confusión en la datación de las tipologías bizantina con la romano imperial me lleva a otra duda; en este caso, a que sea realmente datación bizantina, y es que no parece realizada con material expoliado, sino con material de cantería, que como es bien conocido no era usado por estos. La regularidad de sus piezas, prácticamente todas del mismo tamaño, perfectamente escuadradas, se da en toda la base del castillo y se aleja por su perfección del prototipo de obra bizantina. Pero eso lo veremos más adelante.
Nota: Como descargo de la confusión de las tipologías, decir que en los años de la realización del estudio de los paramentos, estas obras estaban ocultas detrás de unas jardineras, había que fijarse bien, o atender a fotos antiguas como las mostradas a continuación, para poder verlas. Actualmente las jardineras han sido quitadas y se pueden ver a simple vista.
(Fig. 3).- Imagen del archivo Temboury donde se puede apreciar la base irregular, las hiladas de sillares a soga y tizón y, encima de estos, la hilada de sillares “acostados”, característicos de época bizantina.
(Fig.4).- Imagen del archivo Temboury de la esquina noreste de la Torre del Cubo, con las hiladas de sillares acostados sobre hiladas a soga y tizón. De hecho, toda esa cara norte de la torre, incluidas las partes altas, pudo pertenecer a la misma época. La hilada de menor altura correspondiente a la cara norte de la torre fue descubierta por Alejandro Pérez Malumbres, gran conocedor del castillo, al que ha dedicado muchos años de estudio.
Un pequeño inciso aprovechando que he hablado de la torre del Cubo. Leyendo unas transcripciones realizadas por Francisco J. Moreno, de escritos de visitadores al castillo durante el siglo XVI, encontré el siguiente texto que había pasado desapercibido:
"Preguntado que horden tiene del marqués de Ardales cuya es la tenençia de dicha fortaleza para estar en ella el qual dixo que la orden que tiene es que en esta fortaleza se vele ordinariamente de ynvierno y berano una vela en la dicha torre donde está la dicha campana con tres hombres y un portero y en la torre de la Mar que es anexa esta fortaleza otra campana con otros tres hombres que velan de noche y que los veranos y agostos le a mandado tener y a tenido otra vela en el cubo que sale sobre el postigo y la noria de la dicha fortaleza con otros tres hombres que son por todos nuebe hombres y más su persona y esta horden tiene".
Dando por bueno que el “cubo” al que se refiere, es la torre llamada actualmente del Cubo, estaríamos en que tanto el postigo como la noria para la entrada de agua al castillo, desconocida su ubicación hasta ahora, estarían situados o en el mismo cubo o muy cercanos a él. La situación exacta de la noria y la configuración estructural de la misma sigue siendo desconocida. Puede que el mismo interior del “cubo” fuera la estructura que la sustentaba. Sin embargo, en uno de los planos del XVIII sí que puede haber una pista sobre la situación del postigo (Fig. 5). En el dibujo se puede ver la existencia de un “hueco” justo donde se deberían encontrar la cara oeste del cubo con la muralla norte del castillo. Esa pudo ser la situación del postigo. En la que es posible que usaran como acceso al castillo las rampas de una antigua puerta. Puerta que pudo ser cegada durante el siglo XII con la torre semicircular adosada a la cara este de la torre del Cubo. Es posible que la verdadera puerta estuviera habilitada en la cara oriental de la torre, lo que explicaría los adornos arquitectónicos que se ven hoy en día, como el vuelo que hace la fachada sobresaliendo unos 40 cm hacia el este, o los sillares achaflanados que se encuentran en sus esquinas en la base del voladizo (Fig. 6). El terraplén natural del cauce del río evitaría su acceso perpendicularmente y en el interior de la torre es posible que el paso se configurara en “U”. Esta puerta, por motivos desconocidos, aunque posiblemente por cuestiones de seguridad, pudo ser cegada durante el siglo XII mediante la torre semicircular, y es probable que su estructura en el interior de la torre fuera aprovechada posteriormente, convirtiéndose de nuevo en acceso al castillo. Todo esto (la posible puerta o portillo, la situación de la noria y el hecho de que en la base de la torre se encuentra el aparejo de sillares acostados) hace que el cubo sea un punto más que interesante para una futura prospección arqueológica.
Durante los trabajos de campo del estudio paramental, y habiendo comentado anteriormente el texto que encontré, el cual desvelaba la posible situación de esas estructuras, Pedro Sánchez concluyó la posibilidad de que el postigo, o portillo, se encontrara efectivamente en dicha torre. Y así lo refleja en el monográfico (Sánchez, 2016).
(Fig.5).- Porción del plano de 1737 del archivo general de Simancas. Aunque con dificultad, por la baja definición de la imagen, se puede ver el hueco que puede corresponder al portillo. También se aprecia una división interna, hoy en día inexistente, la cual pudo corresponder a la estructura que sustentaba la noria.
(Fig. 6).- Esquina noreste de la torre del Cubo donde se aprecia el vuelo que poseía la cara este de la torre y el adorno bajo él realizado con sillarejos, y terminación en chaflán redondeado. La torre semicircular pudo ser añadida para cegar una posible puerta en esa fachada de la torre del Cubo.
Después de los siglos de esplendor vividos en el Alto Imperio, a partir del siglo III comenzaron otros de crisis institucional y crisis económica. Esta gran crisis, provocada por una hiperinflación de la moneda, hizo que prácticamente desaparecieran las vías comerciales, tanto entre puertos mediterráneos, como sobre el sistema de carreteras romanas. Lo cual tuvo que afectar de forma muy negativa a los asentamientos de nuestra costa, que habían basado su economía en los siglos anteriores en el comercio por el Mediterráneo. La crisis desembocó finalmente en la destrucción del Imperio Romano y con Roma tomada por los barbaros en el 476.
En el rescate de cerámicas del contenedor de escombros (Cervera, 2009), se encontraron algunos restos de ánforas cuya datación nos puede llevar hasta el siglo IV d.C. Pero hay otros, como la tumba tardorromana encontrada en la Plaza de la Victoria (Arqueosur, 1993) aunque con ciertas dudas en su datación, por, de nuevo, la inexistencia de estratigrafía, y que no se encontró material funerario ni ningún otro asociado que lo remita a esa época, sí puede ser, por su cercanía al desconocido trazado de la cerca de la ciudad, una buena pista para la localización de esta. Suponiendo que el enterramiento fuera extramuros, posiciona a la cerca al oriente de la tumba. Asimismo, si tenemos en cuenta la costumbre de realizar los enterramientos en los márgenes de los caminos de entrada a las ciudades, nos puede dar la posible ubicación de la supuesta puerta faltante al oeste de la ciudad.
La amortización del pavimento de signinum encontrado en la explanada del cuadro alto del castillo (Sánchez, 2014), se pudo producir para los siglos III y IV d.C. Un pequeño fragmento de Lamboglia 9 y una moneda de Constancio II pueden ser los indicadores que nos remitan a esa fecha. También, coincidente con estas dataciones de amortización, puede ser la pieza de terrasigillata del tipo africano encontrada en las planchas de signinum de calle Escuela (Moreno, 2010), cuyo uso nos remite a un arco temporal que abarcaría desde finales del siglo II d. C. hasta finales del IV o inicios del V d. C.
Parece, por lo tanto, claro que la depresión económica y el cambio institucional producido en esas fechas afectó de forma considerable al asentamiento romano existente en la zona, que es abandonado o al menos se dejan de utilizar esas estructuras, lo cual no cuadra demasiado bien con reparaciones de la muralla o ampliaciones del castillo, tal y como afirman en el estudio paramental (Revista U.E.,0 nº 2) para el paño, lienzo 2, y la desaparecida torre de calle Trinidad. Es posible que sí, que de nuevo un par de siglos después se hubiera derruido ese paño hasta la base y fuera reparado (más adelante veremos que no se trata de una reparación), o incluso que tuvieran la necesidad de ampliar el castillo, de hacerlo más grande, porque no les era suficiente con unas medidas de 40 m x 40 m. Pero, personalmente, veo difícil justificar una ampliación de ese tamaño, doblando la superficie del cuadro bajo en época de crisis económica. Hablemos de la tipología de ese faldón de la muralla.
La parte correspondiente a la muralla en calle Trinidad ha tenido múltiples teorías sobre su origen, principalmente todas las anteriores lo llevan a un origen islámico. De las ultimas, la realizada en el Plan Director (Gurriarán, 2010), con la tipología 1.2. (coetáneo o posterior a 1.1.), adscrita a época emiral, realizado con material romano de acarreo (es interesante el dato de coetáneo a 1.1., tipología que define como ¿romano?, entre interrogantes; en el siguiente apartado hablaré de él). Sin embargo, en el estudio paramental (Sánchez, 2015), datan este tramo de muralla con hiladas de un soga por un tizón, en antigüedad tardía 1, tardorromano 1. Y efectivamente, tal y como hemos hablado anteriormente, es en este periodo y el posterior bizantino, en los que hay un uso más sistemático de esta fábrica a soga y tizón. Hablan también de que se trata de material de acarreo debido a un sillar colocado a tizón con forma de clave de arco. Bien es cierto que pudo serlo o puede ser simplemente un tizón graciosamente erosionado con esa forma. La erosión es evidente en la deformación del resto de sillares de ese paño, sin que existan más pruebas de acarreo que esa supuesta clave de arco. Por lo que nos encontramos con un aparejo que pudo ser romano (con dudas, por lo poco habitual en esta época, y suponiendo que no fuera material reutilizado), tardorromano, bizantino, y emiral; estas tres últimas suponiendo que sea material de acarreo e incluso califal. Sin la existencia de pruebas arqueológicas, y con el gran deterioro erosivo que poseen los sillares, no se puede afirmar mucho más.
Este faldón en su tramo más oriental está seccionado faltando con toda probabilidad una torre. Por correspondencia con las otras dos torres existentes, una en el extremo oriental, la torre Blanca, y la intermedia de la Pólvora, tuvo que cerrar ese paño otra torre, actualmente sin apenas rastro de ella. En la intervención del 98 (Fernández, 1998), excavaron justo al pie de la muralla, donde se preveía que pudo estar, no encontrando ni el más mínimo rastro de la cimentación de la torre faltante. A partir de ese momento empezaron a surgir especulaciones sobre una ubicación desplazada hacia al este. Yo mismo también lo pensé así. Pero no, la torre estaba donde se supuso desde un principio. A raíz de unas fotos que realicé con la altura de una pértiga fotográfica, pude comprobar que el hormigón con aspecto de opus signinum, situado en el punto más alto, justo donde rompe la muralla en el este, es el revestimiento interno de la parte visitable de la torre. Es lo único que queda de ella (Figs.7 y 8). En las fotos se puede apreciar la terminación redondeada en su parte superior. Y en la parte más baja se ve una franja de color más blanquecino, posiblemente la impronta dejada por el nivel del suelo visitable de la torre. ¿Por qué no encontraron ni rastro de la cimentación en el 98? La cimentación, como se puede ver hoy en día, sobrepasa del nivel de calle actual unos 50 cm. Siendo la base de la torre totalmente arrasada en cualquiera de las remodelaciones de la calle, o incluso anteriormente, ya que es una esquina de paso frecuente, y lo que quedara de la torre estorbaba.
Hablaba antes de “hormigón con aspecto de opus signinum” refiriéndome al situado en la esquina superior oriental del lienzo 2 (el revestimiento del interior de la torre) y es porque no queda claro que lo sea. Es un hormigón que contiene gran cantidad de piedras de pequeño tamaño, y algunos restos cerámicos, pero visualmente no con la abundancia de cerámica que se encuentra en el signinum habitualmente. También parece de un color más blanquecino que el habitual, quizás por su gran contenido en cal y su poco o ningún polvo de cerámica machacada, por lo que simplemente, y hasta que no se estudie en profundidad, me limitaré a llamarlo hormigón. En el estudio de los paramentos, tanto el hormigón como el núcleo de opus caementicium que se encuentra detrás de él, lo referencian a reparaciones realizadas en la muralla para época tardorromana. Sin embargo, parece claro que el primero es el revestimiento de la parte visitable de la torre y el segundo el relleno interno de la misma torre, por lo que no formarían parte de una reparación, sino de la torre faltante. Veo absolutamente necesario un estudio sobre ese hormigón (se perdió la oportunidad de hacerlo durante el estudio de los paramentos). Un análisis de las cerámicas que contiene y/u obtener una muestra de cal nos puede aportar una datación fundacional para el castillo, ya que posiblemente se trate del mortero que originalmente usaron en su construcción. Y si no, al menos, al estar la torre asociada a la fábrica de sillares a soga y tizón, nos daría una datación parcial de este tramo, lo cual sería también extraordinario, ya que carecemos de ningún punto con datación real en el que apoyarnos para poder referenciar las diferentes obras hacia arriba o abajo en el tiempo.
(Fig.7).- Hormigón situado en la parte alta del faldón sur. Con casi toda probabilidad parte del revestimiento de la parte visitable de la torre sureste del castillo, faltante hoy en día. Se puede apreciar la terminación redondeada/suavizada en su parte más alta. También se puede comprobar su alto contenido en piedras de pequeño tamaño y algunas piezas cerámicas.
(Fig.8).- Franja más blanquecina en su parte inferior, posiblemente se corresponde a la impronta dejada por el nivel de suelo de la torre.
(Fig.9).- Arriba, perspectivas de los paramentos sur del castillo con la posible ubicación de la perdida torre sureste. Abajo, ortofoto acotada. La distancia entre torres equidistaría unos 38 metros.
4.- IMPERIO BIZANTINO
Una vez caída Roma ante las invasiones bárbaras, Bizancio asume la capitalidad del Imperio. Es en oriente donde permanece intacto, dando continuidad a las costumbres y políticas asumidas en siglos de dominación romana en aquella zona. Tanto es así que, con las arcas llenas tras una buena gestión económica de anteriores emperadores, y tras conseguir asegurar la frontera con los territorios persas, con los cuales mantenían constantes enfrentamientos militares, Justiniano, en el siglo VI, comienza un intento de reconquistar los territorios perdidos, un intento de recuperar la grandeza y supremacía romana en el Mediterráneo, consiguiendo ocupar de nuevo gran parte de él, entre ellos Italia y el norte de África. Es en este intento cuando en 552 los bizantinos, con la supuesta idea de intervenir en las disputas internas de la Hispania visigoda, entran y se asientan en el sur de la península ibérica. Hasta que, posiblemente por el gran desgaste que supuso esa recuperación del imperio, le llevó a una crisis económica que obligó su repliegue, en el caso de Hispania hacia aproximadamente el 620. Apenas 70 años de ocupación bizantina. Procopio de Cesarea, historiador coetáneo de Justiniano, en su obra "Sobre los edificios" hace un recuento de las obras realizadas por su emperador, entre otras, las de los territorios reconquistados. En ellas, aparte de algunos baños públicos, norias y otros arreglos en el suministro de agua, y casi siempre iglesias, se ve la tendencia a reforzar las defensas de los territorios ocupados, construyendo nuevas o haciendo más fuertes las fortificaciones existentes, usando en la mayoría de los casos el material de antiguas edificaciones romanas. Donde había una torre, la amplía y construye una muralla externa; donde había una ciudad, la cerraba con fuertes muros, creando también nuevas y numerosas fortificaciones en puntos estratégicos. Es este contexto de asegurar militarmente lo reconquistado el que posiblemente generó la construcción del castillo de Marbella tal y como lo conocemos hoy en día. Y dada la mayoritaria tendencia a cercar las ciudades con fuertes murallas, en nuestro caso es probable que también fuera así, proporcionando en el siglo VI una configuración a la ciudad prácticamente exacta a la imagen que nos proporcionan los conocidos planos del XVIII del Archivo General de Simancas con la ciudad cercada.
No hay, hasta la fecha, constancia de material arqueológico que demuestre la existencia de un asentamiento bizantino en Marbella. Dato este que considero esencial para poder demostrar cien por cien lo que expongo en las siguientes líneas. Habrá que prestar especial atención a los resultados de futuras intervenciones arqueológicas para poder corroborar este dato.
Durante los trabajos de campo del estudio de los paramentos del castillo, leyendo el trabajo de Pavón Maldonado sobre murallas de sillares de ciudades y fortalezas iberomusulmanas, me fijé en un pequeño croquis dibujado por él, figura 3 del documento, el cual relacioné inmediatamente con la fábrica que existe en la base del castillo, la formada por una o dos hiladas de sillares con alternancia no del todo continua de un soga un tizón y, sobre esta, una de sillares a soga de menor altura, la que calificamos como sillares “acostados o tumbados”. Pavón Maldonado, en su escrito, la relaciona con obra bizantina y pone de ejemplos murallas de Dougga y Makhtan.
En el plan director del castillo (Gurriarán, 2010), se la nombra y se la mezcla con el tipo Sillería 1.1. con una relación cronológica de Fase Constructiva Inicial (¿romano, emiral?), y se describe como Sillería de gran formato y testa rectangular dispuesta a soga y tizón sin orden exhaustivo, a veces con piezas acostadas. Refiriéndose a la base de los lienzos 1 (plaza de la Iglesia), y 2 (calle Trinidad) del frente sur, y a la de las torres A (torre Blanca), y B (torre de la Pólvora). También, como hemos visto anteriormente, adscribe el lienzo de calle Trinidad a una cronología coetánea o posterior a emiral, con el tipo Sillería 1.2., definiéndola como sillería de gran formato y testa rectangular dispuesta a una soga y un tizón como media. Como podemos comprobar, salvo por la falta de sillares acostados, la sillería en la base del lienzo 2 pudo ser coetánea de la que se encuentra en el lienzo 1. El porqué de la no existencia de sillares acostados en el lienzo 2 puede ser por diferentes motivos: que el maestro constructor no vio necesario esa instalación[3] o, quizás, simplemente, porque no tenían más sillares con esas características y lo decidieron así. Veremos más adelante ejemplos donde esa técnica es usada y no la mantienen en todos los paramentos de la edificación. Lo que queda claro es que, romano, bizantino, o emiral, los dos lienzos al sur del castillo pudieron ser una obra realizada en la misma época.
(Fig.10).- Restos de un muro de contención en Aigai, Turquía, donde utilizan sucesivas hiladas de sillares acostados hasta salvar el desnivel existente. Datación aproximada siglo III a.C.
En el estudio de los paramentos (Sánchez, 2016) dan para la obra de sillares acostados una datación de Fase 5. Antigüedad Tardía III. Periodización: siglos VI al VII. Estamos, tal y como explican, en un nuevo, y ya van varios, levantamiento desde su base del castillo. Según su relato histórico, se construye la fortaleza en época republicana; un par de siglos después, destruida, se vuelve a levantar desde su base en época imperial; en la etapa tardorromana, otro par de siglos después, se restaura desde su base en calle Trinidad, o se amplía duplicando la superficie del cuadro sur hacia el este; y de nuevo, otro par de siglos después, y esta vez completamente, es de nuevo reconstruida por los bizantinos. Bajo mi punto de vista, es un relato poco creíble. Es posible que estemos ante endebles construcciones romanas, que debido a sucesivos terremotos coincidentes con las distintas etapas históricas, destruyeran el castillo hasta la base, y que hubiera una necesidad perentoria de volver a levantarlo en cada una de ellas. O puede, más probablemente, que sobren etapas constructivas.
Teniendo en cuenta, como hemos explicado anteriormente, que los escasos sillares supuestamente romanos en que se apoyan para crear ese relato, pueden ser de acarreo o pertenecer a otro tipo de edificación distinta a la de una fortaleza, y otros, como los de calle Arte o fachada norte de la torre del Cubo, no son romanos como afirman, sino que su fábrica pertenece a la de los sillares acostados de los que estamos hablando en este apartado, y con grandes dudas sobre los sillares que restan en el faldón norte que también adscriben como romanos, pienso que no se puede hablar de datación fundacional del castillo hasta la etapa correspondiente a la fábrica que rodea y da realmente la forma a las torres y paños de muralla, que es el aparejo de una o dos hiladas de sillares a soga y tizón, y sobre estas, la hilada de sillares acostados. Es esta la que realmente origina al castillo tal y como lo conocemos. Se encuentra en la base y da forma a la torre Blanca en todo su contorno; también en toda la base del lienzo 1 (plaza de la Iglesia); es posible, como comentaba antes, que el lienzo 2 (calle Trinidad) lo sea; se ve también en el cruce entre calle Salinas y Arte formando la esquina en la que se retranquea el cuadro norte del castillo (el retranqueo fue creado con esta obra), siendo esta esquina la que da también forma a una de las torres de la puerta de la Barbacana del castillo; más hacia arriba, en calle Arte, se vuelve a ver en el lienzo junto a la torre del cubo; la base de la torre del Cubo también es construida con estos sillares; en los faldones norte no se ven las hiladas de acostados, posiblemente porque el nivel de calle y jardineras estén por encima de ellos y nos impide ver las partes más bajas, pero es la misma fábrica que vemos en la torre del Cubo; y vuelve a aparecer, por último, en la base de la torre del Puente Levadizo, dando una vuelta prácticamente completa al castillo (salvo la parte oeste oculta por las viviendas adosadas); todas ellas en la misma base, mientras que las supuestas fábricas romanas son pequeñas y puntuales apariciones, con muchas dudas sobre su procedencia.
(Fig. 11).- La base en las tres caras de la torre Blanca con las dos primeras hiladas a soga y tizón, en algunos casos con dos sogas consecutivas, y sobre ellas una hilada de sogas con menor altura. En color azul roturas y restauraciones.
(Fig.12).- Base del Lienzo 1 en la plaza de la Iglesia con una hilada a soga y tizón a la derecha y dos hiladas a la izquierda debidas al desnivel entre los dos puntos. Encima de estas, una hilada de sillares acostados y otras dos hiladas a soga y tizón, formando todas ellas un zócalo. Esas cinco hiladas con toda seguridad pertenecen a la misma fábrica. Sobre estas, en la parte izquierda, el retranqueo del paño se hace más evidente, unos 15 cm, y, por el mal estado en el que están los sillares sobre el zócalo, más la falsa restauración realizada, no es posible determinar claramente su secuencia. Sin embargo, puede que la de la derecha, donde ya no existe retranqueo, aunque la obra parece más desordenada y desigual, sea coetánea con la inferior. Parece partir de una hilada de menor altura, y más hacia arriba tan solo a falta de los acostados mantiene la misma secuencia, e incluso existe un engatillado entre hiladas, típico de época bizantina. En rojo, sillares a soga que pueden pertenecer a romano imperial y haber sido utilizados para apoyarse en ellos, o bien material de acarreo. En azul, roturas y restauraciones.
(Fig. 13).- Lienzo 2 en calle Trinidad. Hiladas a soga y tizón, a veces repitiendo soga y otras tizón. Las partes más desordenadas y deterioradas están en la parte izquierda, en el encuentro con la torre de la Pólvora. En este lienzo no existen las hiladas a soga de menor altura, pero, salvo eso, es la misma fábrica que el anterior. Los dos lienzos pueden pertenecer al mismo arranque constructivo. Veremos más adelante ejemplos de obras bizantinas donde no siempre mantienen de forma constante la hilada de sillares acostados en toda la edificación. La línea roja marca aproximadamente la intersección con la torre perdida. En azul restauraciones.
(Fig. 14).- Imagen del archivo Temboury de calle Salinas. En la parte baja a la izquierda se aprecian dos hiladas a soga y tizón, y sobre esta una de menor altura, y sobre esta la secuencia varía, sucediendo una hilada de acostados con una sola a soga y tizón. Y a la derecha de la imagen, la primera hilada de menor altura se convierte en otra de soga y tizón e igual altura.
(Fig. 15).-La número 1 calle Salinas, con dudas de que sea esa su localización, aunque puede que pertenezca a su parte más meridional totalmente destruida y reconstruida con mampostería moderna. En la imagen no se aprecian las hiladas de menor altura, aunque sí sigue el mismo patrón que el lienzo 2 en calle Trinidad. A la derecha de la foto se aprecia una rotura con forma de puerta. Las números 2, 3 y 4 pertenecen al mismo tramo norte de calle Salinas antes de la intersección con calle Arte. Se aprecia en la 2 y la 3 un doble engatillado para el ajuste entre hiladas.
(Fig. 16).- Cruce de calle Salinas con calle Arte. Esta esquina, además de formar la base de una de las torres de la llamada puerta de la Barbacana, empieza a crear el retranqueo existente entre el cuadro alto y bajo.
(Fig.17).- Hilada de acostados en calle Arte en la intersección con la torre del cubo. De equivocada adscripción romana en el estudio de los paramentos.
(Fig. 18).-Imagen parcial del faldón de calle Arte en la intersección con la torre del cubo. Estos son los sillares que en el estudio de los paramentos (Sánchez, 2015) se adscribe a época romano imperial, pero, como se puede ver, son claramente de la misma obra que venimos describiendo en este apartado. Y, asimismo, iguales al resto de sillares de adscripción romana (según su estudio) en el lienzo norte, salvo porque no se ve la hilada de acostados, pero pertenecen a esta misma tipología.
(Fig. 19).- Imagen del archivo Temboury de la torre del Puente Levadizo. Cruce de calle Escuela con Solano. Aunque muy deteriorado y escondido por el nivel de calle, se puede apreciar una hilada a soga y tizón con otra encima de sogas de menor altura.
No estaría bien que, después de todo lo escrito anteriormente sobre la dificultad de una datación cronológica solo por la tipología de los sillares, sin estratigrafía, y en concreto el caso bizantino, sin tan siquiera una cerámica que pueda demostrar que estuvieron aquí, ahora apuntáramos a que... son sillares que corresponden al Imperio Bizantino. Pero no, no se puede afirmar que lo sean.
Es una secuencia de sillares muy poco usual, muy peculiar, posiblemente inédita en España[4]. Veremos más adelante cómo su origen parece darse en la Grecia clásica, siglo V a.C., aunque no con ejemplos del todo definitivos, pero sí que pudo ser la influencia de un posterior aparejo que se encuentra abundante y sistemáticamente en la Turquía helenística entre los siglos IV-II a.C., concretamente donde es más visible es en edificaciones del suroeste de Anatolia. En tiempos del imperio romano no se utiliza este aparejo, lo más parecido es el pseudoisódomo, donde se pueden ver hiladas de diferentes alturas, con un uso de piezas de diferente longitud que puede a veces confundirse con un uso sistemático del tizón. Y en un claro ejemplo de lo que hablaba anteriormente sobre cómo las “modas” en las tipologías de sillares dejan de estarlo y vuelven a ser usadas posteriormente; en este caso, unos diez siglos después, es, que los bizantinos recuperan ese estilo turco-helenístico y lo introducen en la construcción de sus fortalezas por el norte de África, y es posible que en el castillo de Marbella. Incluso ocho siglos después, ese estilo evoluciona y es de nuevo usado por los otomanos en sus edificaciones en Turquía, por ejemplo las situadas en las puertas de Bursa (figs. 20 a 22). Donde, aun con variaciones (a veces usan dos hiladas consecutivas de menor altura o alternan hiladas completas a soga con otras a tizón), se puede apreciar el parecido y se pueden confundir con la obra bizantina. Tampoco se puede descartar, aunque no exista referente de nuestra fábrica de sillares acostados para esta época, pero sí del uso de soga y tizón, que estemos ante una posible construcción en época de Abd Al-Rahman II. Es conocida la influencia bizantina en construcciones como las alcazabas de Mérida y Sevilla, con el encargo para su realización a maestros constructores de Siria, en el caso de Sevilla, e islámicos con posible procedencia del Medio Oriente para Mérida (Azuar, 2005), por lo que es posible que en Marbella pasara algo parecido, creando el constructor encargado de la obra, influenciado por la obra helenística, esa especial secuencia de sillares, en este caso inédita para época emiral. En el libro de Basilio Pavón Maldonado[5] aparecen dibujados varios croquis con tipologías que parecen contener hiladas de menor altura en Agreda para el siglo X y en Talavera de la Reina. Y, aunque no iguales a la base del castillo de Marbella, no pueden ser descartadas estas fechas.
Tenemos por lo tanto tres opciones para la datación de esta obra: una griega o su posterior turco-helenística, para el periodo entre los siglos V-II a.C. (estaríamos además hablando de una fortaleza construida con sillares de cantería, cuestión esta nada descartable ya que no existe ninguna marca de transporte ni ningún otro indicio de que el material haya sido reutilizado, y en el mismo estudio de los paramentos han confundido esta obra con romana de cantería debido a la calidad y regularidad de las piezas). Una segunda opción, que es bastante probable, bizantina (siglo VI d.C.); y una tercera para los siglos IX-X d.C., musulmana, desde hace años se la data como califal.. Personalmente pienso que la bizantina es la más probable, porque, como veremos más adelante, existe algún paralelo muy parecido a esta obra en las fortalezas del norte de África. Aun así, es necesaria la confirmación arqueológica de su presencia en la ciudad para poder afirmar cien por cien que es obra bizantina. Mientras tanto, tan solo se puede hablar de probabilidad y sensación de parecido entre las distintas construcciones. Ninguna se puede afirmar ni descartar.
(Fig. 20).- Puerta de Saltanat Kapisi en Bursa (Turquía). A la izquierda de la elipse se puede ver la obra bizantina con material de acarreo en un soga y tizón muy desordenado, con tambores de columnas incrustados. Se percibe también una pequeña hilada muy deteriorada de sillares de menor altura. Sobre esta obra, y en el resto de la puerta y torre de la derecha, se encuentra la construcción otomana, muy regular, con uso de hiladas de muy poca altura, a veces repitiendo dos, alternadas con otras a unas veces a soga, otras a tizón.
(Fig. 21).- La misma puerta desde atrás. A la izquierda restos de la muralla bizantina, muy irregular, más parecida a la que existe sobre el zócalo del lienzo 1 en la plaza de la Iglesia, aunque esta contiene algunas hiladas discontinuas de sillares de menor altura. Y sobre este muro, y el resto de la puerta, la obra otomana, mucho más regular, intercalando hiladas de menor altura.
(Fig. 22).- Lienzo de muralla en Bursa. Se aprecia claramente el acarreo de la obra bizantina enmarcada arriba y abajo por hiladas de sillares de menor altura. Sobre estas alguna hilada de sillares desordenada y obra con sillarejos, para terminar en su parte más alta con la obra otomana. No es una obra bizantina parecida a la nuestra tal y como afirman en el estudio de los paramentos (Revista U.E., 0 nº-2, 2015).
En el estudio de los paramentos del castillo de Marbella (Sánchez, 2016) en la ficha tipológica correspondiente a esta fábrica que nos ocupa, se señala como referentes de esta obra, pero (según sus propias palabras) “mucho más cuidada y a escuadra”, la muralla de Sfax, y el ribat de Monastir. Mi opinión personal es que no son referentes de esta obra, quizás una posterior evolución del aparejo helenístico, al igual que hemos visto en la obra otomana. Pero no creo que sean válidas como referencia. Son realizadas con sillería de pequeño tamaño, sillarejos, muy regular, en la que no existe la alternancia soga y tizón, y las hiladas de menor altura, repetidas dos o tres veces en algunos casos, son más parecidas a verdugadas de ladrillos gruesos que a hiladas de sillares (figs. 23 y 24).
(Fig. 23).- Torre de las murallas de Sfax (Túnez)
(Fig. 24).-Ribat de Monastir. Sobre las hiladas de ladrillo se pueden ver hiladas con abundancia de sogas, e hiladas muy finas intercaladas.
Un inciso ya que estoy hablando de las tipologías. La tipología I.10 del estudio de los paramentos no existe. Se refieren a la base del frente sur de la torre de la Pólvora (fig. 25) y a un par de sillares de la base del Lienzo 1 en su parte más próxima a la misma torre, correspondientes estos últimos a la tipología I.9 (fig. 26). Durante la restauración realizada a finales del siglo pasado, añadieron mortero en la base de estos sillares hasta ocultar la cimentación existente bajo ellos, proporcionándoles, al unir estos con el nivel del suelo, un falso aspecto de ortostatos. No existe ni un solo ortostato en todo el recinto visible del castillo. Ni por supuesto la tipología I.10.
(Fig. 25).- Imagen del frente sur de la torre de la Pólvora antes de la demolición de las viviendas adosadas y antes de la restauración, donde se puede ver la cimentación sin el mortero que la oculta actualmente y que demuestra que la tipología I.10 no existe.
(Fig. 26).- Parte baja del lienzo de la plaza de la Iglesia en su parte más oriental. A la derecha se ve claramente que es un sillar a soga y, bajo él, en la esquina izquierda, se ve la rotura realizada para obtener muestras de cal para su datación, en concreto corresponde a la M2 (se ve la marca escrita). El material resultante de la extracción eran piedras y “bolos” como las de las otras cimentaciones visibles. Más hacia la izquierda se puede ver cómo la restauración lleva el mortero hasta su nivel más bajo, ocultando la cimentación al igual que en la torre de la Pólvora, haciéndolos parecer ortostatos.
En cuanto a la arquitectura bizantina en España, poco hay que decir. Son muy escasos los restos encontrados, poco estudiados y con muchas dudas sobre su adscripción a esta época. Prácticamente tan solo en Baleares, Cartagena, Málaga y Ceuta se puede afirmar su existencia, y varias de ellas por ser nombradas en documentación antigua. Las características que muestra esta arquitectura se pueden definir con una palabra: modesta. Posee una notable falta de cualquier tipo de decoración o lujo, limitándose en todos los casos a aprovechar material reutilizado de otras estructuras existentes. Llegando a tal extremo, que, para la decisión de la ubicación del asentamiento, sería indispensable la existencia de este material que poder reutilizar e incluso murallas o edificios ya construidos en los que poder apoyarse o utilizar. Todos estos y muchos más datos lo pueden encontrar desarrollado en los numerosos escritos de Jaime Vizcaíno Sánchez, los cuales aconsejo consultar. El caso es, que, de confirmarse la adscripción de la obra del castillo de Marbella a esta época, estaríamos ante un caso único en España. Y no solo porque no existe nada así de época bizantina, sino también por la buena ejecución, cuidado, y sistematización con la que se realizó y dio forma al castillo. Tanto, que a veces hace dudar de que sea material de acarreo. La homogeneidad en el tamaño de las piedras y en la regularidad de las hiladas, con tan solo un par de engatillados visibles, demuestra un extremo cuidado en la elección de las piezas y, para poder hacerlo, un gran número de sillares que poder expoliar en la zona. Cuestión esta última que, de ser así, refuerza la teoría de la existencia de grandes y/o numerosas estructuras de sillares de época romana en Marbella. Veremos más adelante ejemplos de obras bizantinas donde el acarreo es evidente y las murallas se convierten en un “tetris” caótico donde las piezas parecen amontonadas sin ningún orden preestablecido. Y también algunos casos, como en el nuestro, de una obra más sistemática, homogénea en la sucesión de hiladas. Diferencias debidas, con casi toda seguridad, a la posibilidad de tener mayor o menor material de expolio donde elegir.
[3] Parece que las hiladas de sillares acostados son usadas para salvar los desniveles y obtener una nivelación perfecta; esta característica se ve bien en la plaza de la Iglesia, donde, de este a oeste, pasan de tener una sola hilada de soga y tizón a dos en su parte más cercana a la torre Blanca. Y donde mejor se aprecia es en los paramentos situados al este del castillo, en los que se van sucediendo hiladas de soga y tizón con hiladas de acostados, repitiendo hasta tres veces la secuencia para salvar el desnivel de calle Arte y poder seguir con una sola repetición de esas hiladas en la base. En calle Trinidad no existe desnivel alguno y quizás por eso tan solo colocaron hiladas a soga y tizón (fig.10).
[4] Recientemente, años después de la publicación de este articulo, hemos encontrado dos posibles ejemplos de este mismo aparejo peculiar del castillo de Marbella. Se trata de una cara del molino de la Abolafia en Córdoba, y de la base de la cara interior de la portada del palacio de los Páez de Castillejos, también en Córdoba. En los documentos de la construcción de la portada no se menciona en ningún momento que utilicen o aprovechen algún resto de muro anterior, antiguo, por lo que parece que fue una construcción del siglo XVI. Del molino hay quien duda de si fue construido previo a la llegada del islam. De cualquier manera, aunque hay opiniones encontradas, no parece que los bizantinos llegaran hasta la ciudad de Córdoba.
[5] Tratado de arquitectura Hispanomusulmana, II. Ciudades y Fortalezas, en el apartado de sillares (pág. 570 y ss.), y concretamente los correspondientes a soga y tizón del mundo árabe.
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5.- FORTALEZAS BIZANTINAS
En cuanto a la forma de las fortalezas bizantinas, nos encontramos con una diversidad como la que existe en el aparejo utilizado para su construcción. Como regla más o menos fija, se puede decir que predomina la forma cuadrangular tanto en las torres como en los recintos. Pero presenta diferentes formas y tamaños dependiendo de la topografía, de, a veces, los edificios sobre los que se construye y absorbe y también de la cantidad de recursos cercanos de material para expoliar.
La forma más repetida en los recintos de Argelia es la rectangular, como la de Timgad (fig.27), Madaure sobre el teatro romano (fig.28), o Ksar Belezma. También se da en la de Haidra en Túnez (fig.29), aunque no mantiene una forma rectangular perfecta al tener sus lados más cortos distinta orientación, como ocurre en Marbella. O también Avdat en Israel, que además está dividida en dos cuadros, uno para el fortín militar y otro que hace las funciones de recinto sagrado con dos iglesias e instalaciones conventuales. Existiendo, al igual que en nuestro castillo, un retranqueo entre los dos recintos (fig.30). En Túnez, sin embargo, la forma más recurrente es la cuadrada, de menor superficie que los anteriores, iguales a los fortines romanos (algunos de ellos posiblemente fueran reutilizados), como Ain Djoukar (fig.31), Henchir Bez (fig.32), Ksar Lemsa (fig.33). O formando un polígono irregular, como Ain Tounga (fig.34). También en Túnez existen fortines aún más pequeños, cuya función debió de ser la del simple alojamiento de las tropas, estando situados en ciudades donde ya existía un amurallamiento exterior, como ocurre en Bulla Regia; en Dougga cercando el foro y el capitolio de la ciudad (fig.35), Sbeitla, donde existen tres pequeños fortines, o en el cierre de las grandes termas de Makhtar (fig.36). También se dio el amurallamiento de ciudades romanas cuando aún seguían teniendo actividad, como en Leptis Magna en Libia o la antigua ciudad helenística de Hierapolis en Turquía, y muchas otras más descritas por Procopio. Como ejemplo curioso de aprovechamiento de estructuras antiguas para su fortificación, está el arco de triunfo de Caracalla, en Tebessa (Argelia), siendo reconvertida a puerta de su amurallamiento (fig.37).
(Fig. 27).- Fortaleza bizantina Timgad, la Thamugadi romana (Argelia). Construida con material de expolio de la ciudad ya abandonada. Con unas longitudes de aproximadamente 110 m x 80 m. Una torre en cada esquina del recinto y otra en la parte media de cada lado, de entre 6 a 7 m por lado cada torre. Medidas tanto del recinto como de las torres muy parecidas a la fortaleza de Marbella. La entrada situada en la torre de la parte media de uno de sus lados más largos. Al poseer gran cantidad de sillares de la antigua ciudad romana, tiene un relativo orden en su fábrica, alternando hiladas a soga y tizón, aunque de diferente altura, lo que provoca engatillados en los encuentros. No utiliza las hiladas de sillares acostados. “La forteresse byzantine de Thamugadi, 1. Fouilles á Timgad, 1938-1956”, de Jean Lassus.
(Fig. 28).- Fortaleza bizantina de Madaure (Argelia). Construida aprovechando y absorbiendo las estructuras del antiguo teatro romano. Con unas medidas aproximadas de 70 m. x 50 m., torres de entre 6 a 8 m. de lado. La entrada se realizaba por la, de las tres visibles, la torre central.
(Fig.29).- Fortaleza de Haidra, sobre la antigua ciudad romana de Ammadara en Túnez. Con forma rectangular irregular, de aproximadamente 200 m en su lateral más largo, por 100 m del más corto. Las entradas corresponden al antiguo cardo y decumanus romano. Su fachada inferior se construye en el mismo borde del cauce del río Haidra. El acceso se realizaba por un puente hoy totalmente destruido, y una puerta abierta en una de sus esquinas.
(Fig.30).- Avdat en Israel. De 115 m x 50 m aproximadamente. Dividida en dos zonas con un marcado retranqueo entre ellas. El cuadro superior en la imagen es el dedicado específicamente a fortaleza militar, y el inferior es el recinto sagrado, con iglesias y edificios conventuales.
(Fig.31).- Ain Djoukar en Túnez. De aproximadamente 30 m x 30 m. Como característica especial, posee una fuente en su interior.
(Fig.32).- Henchir Bez (Túnez). De aproximadamente 40 m x 40 m.
(Fig.33).- Ksar Lemsa (Túnez). De 40 m x 40 m, con torres en sus esquinas de entre 6 a 8 m de lado. Con acceso en el punto medio de uno de sus laterales. Como característica especial, posee una piscina para el abastecimiento de agua. Lateral izquierdo de la imagen. Su fábrica de sillares es posiblemente, de todas las demás fortalezas bizantinas, la más parecida a la del castillo de Marbella .
(Fig.34). - Ain Tounga- Thignica (Túnez). Construida sobre la antigua ciudad romana. No encuentro explicación lógica a su forma irregular. Se encuentra sobre un terreno sin desnivel, ni obstáculos que le fuercen a deformarse de esa manera. Con unas medidas aproximadas de 80 m x 80 m.
(Fig.35).- Dougga en Túnez. En este caso, amurallan cerrando el capitolio y el fórum de la antigua ciudad romana. Su forma irregular se debe al cierre de esas estructuras. Medidas aproximadas, 70 m x 45 m.
(Fig. 36).- Cierre de las grandes termas de Makhtar.
(Fig.37).- Theveste, actual Tebessa (Argelia). Reaprovechamiento del arco de triunfo de Caracalla como puerta de entrada del cierre amurallado.
En la búsqueda de referentes para la obra de sillares acostados comencé por el norte de África, siguiendo preferentemente las fortificaciones nombradas por Procopio en su libro VI; continué por la frontera bizantino-persa descrita en el libro II, y más tarde en Turquía y Grecia. Seguiré en la siguiente descripción el mismo recorrido.
Tal y como sucede con la disparidad en la formas constructivas de las fortalezas, en el aparejo de sillares ocurre algo parecido. Es difícil encontrar una norma general, salvo que es material de acarreo, colocado a veces de forma caótica y otras un poco mejor ordenado, con una tendencia a hiladas donde se alterna el soga y tizón, y a veces con hiladas de menor altura.
6.1.- Argelia
En Argelia tenemos un posible positivo en Khemissa, en la provincia de Souk-Ahrass (fig.38). Entraría dentro de las que se puede llamar “ordenadas”, con hiladas a soga y tizón, con repetición de a veces las soga otras el tizón, con algunas hiladas de menor altura entre ellas. También se aprecia algún engatillado entre sillares.
(Fig.38).- Posible positivo en Khemissa (Argelia).
En Tebessa tenemos algo parecido y, aunque se ve alguna hilada de menor altura, parecen creadas más bien por la necesidad de colocar esos sillares (es lo que tienen) que de una obra sistemática. Con repetición de a veces sogas y otras tizón. Usando algunos sillares de gran tamaño en altura (igual que los existentes en las partes altas de la fachada norte de la torre del Cubo), mezclados con otros más pequeños (fig.39). Aunque también se ven tramos más ordenados y regulares que recuerdan mucho a la obra de soga y tizón sin acostados de calle Trinidad (fig.40).
(Fig.39).- Tebessa. En las hiladas más bajas se ve una repetición de hiladas más o menos homogéneas a soga, y sobre ellas una hilada no completa de sillares con menor altura. En las partes altas la obra es más desordenada.
(Fig.40).- Otro tramo de la muralla de Tebessa donde es más continua la repetición soga y tizón por hiladas, muy parecida a la que tenemos en el castillo de Marbella.
También en Argelia, en Madaure, donde aprovechan la parte trasera del escenario y la valva regia como entrada a su recinto, manteniendo en algunas partes las primeras hiladas de sillares romanos. En un pequeño tramo se ve una decena de ortostatos; sobre ellos una hilada de menor altura, desordenándose la obra cuanto mayor la altura, utilizando incluso algunos sillares almohadillados expoliados (figs. 41 y 42). En la vista desde la parte interna de la puerta, la obra se desordena aún más, formando lo que llamo un “tetris caótico”, donde no existe más orden que “apilar” las piedras de forma que encajen las diversas formas entre ellas (fig.43).
(Fig.41).- Madaure. Las primeras hiladas parecen originales romanas. En la parte central de la foto se ven algunos ortostatos y sobre ellos una hilada muy fina de sillares. Las hiladas de menor altura también son visibles en las dos torres. Y en las partes altas algunos sillares almohadillados reaprovechados.
(Fig.42).- Madaure. El otro tramo del frontal de la fortaleza. Igualmente que en el anterior se ve alguna hilada de menor altura y sillares almohadillados en su parte superior.
(Fig.43).- Madaure. Vista de la puerta desde el interior del recinto. Claro ejemplo, sobre todo en la parte alta, de la obra bizantina desordenada y de acarreo.
6.2.- Túnez
En Túnez, la obra “Tetris” se ve muy bien reflejada en los amurallamientos del fórum de Dougga (figs.44 a 47) y de las grandes termas de Makhtar (figs.48 y 49). Obra en la que aunque son visibles esporádicamente algunos tramos de hiladas de sillares de menor altura, no creo que pueda ser usada como referencia a la obra de Marbella. Es un amontonamiento de sillares de distintas formas y tamaños sin ningún orden salvo el encajamiento de unas piezas sobre otras.
(Fig.44).- Dougga. Cierre del capitolio y fórum. Son numerosos los engatillados debido a la discontinuidad y desorden de sus hiladas.
(Fig.45).- Dougga. Detalle del mismo amurallamiento desordenado, usando incluso sillares almohadillados.
(Fig.46).- Dougga. Vista Oeste de la misma muralla bizantina.
(Fig.47).- Dougga. Vista de la muralla desde el interior del fórum.
(Fig.48).- Makhtar. Cierre amurallado de las grandes termas. Aunque son visibles algunas hiladas de sillares acostados, mezcladas con otras en una tendencia a soga y tizón, estas no tienen continuidad, intercalándose entre ellas de forma desordenada. Pertenecerían a la misma familia Tetris que la de Dougga.
(Fig. 49).- Makhtar. Cierre amurallado de las grandes termas. Son visibles algunas hiladas de sillares “tumbados”. Al pertenecer a una puerta parece haber sido construida con mayor cuidado, y mantiene una mayor regularidad.
Sin embargo, cuando la construcción se refiere a murallas de fortalezas, no a cierres de antiguas estructuras en el interior de ciudades, es mucho más cuidada y ordenada. Siendo estos los más claros referentes de la obra del castillo de Marbella. Como ejemplos, la fortaleza de Aggar (fig.50), Haidra, aunque no posee hiladas de menor altura (figs.51 y 52), y, sobre todo, la que creo que es la mejor referencia, Ksar Lemsa (figs.53 a 57). Aun así, como en todo lo que tiene que ver con la arquitectura bizantina, es difícil establecer una regla fija, y existen fortalezas como la de Ain Tounga, que, además de tener una extraña planta poligonal irregular, su aparejo de sillares se acerca más al Tetris desordenado visto anteriormente (figs.58 a 62).
(Fig.50).- Aggar, cercana a Dougga. Se aprecia una buena continuidad en sus hiladas, e intercala algunas de acostados.
(Fig. 51).- Haidra. Vista desde el interior de la puerta que se abre al río con el mismo nombre. Pese a existir algún engatillado entre hiladas, es una obra más ordenada. La obra más cercana a la puerta puede ser de construcción romana. No contiene hiladas de acostados.
(Fig.52).- Haidra. La misma puerta desde el exterior. A través de un puente del que tan solo queda el arranque, se realizaba el acceso a la ciudad romana. La torre sobresale muy poca distancia con respecto al lienzo de muralla, exactamente igual que ocurre en la torre del Cubo, y la puerta que contiene puede servir de referente a mi teoría sobre la existencia de una puerta en la cara este de la torre del Cubo.
(Fig.53).- Puerta lateral en Ksar Lemsa. En la base de la muralla y la torre a la izquierda de la puerta se pueden ver varias hiladas bastante homogéneas a soga y tizón, con una de menor altura encima de ellas. En las partes superiores se desordena un poco la obra. A la derecha de la puerta no existe la hilada de acostados.
(Fig.54).- Ksar Lemsa. Detalle de la obra a la izquierda de la puerta. Hiladas inferiores con sogas y tizones de distinto tamaño, donde a veces repiten el tizón o la soga. Aparejo de sillares muy parecido al que se encuentra en el castillo de Marbella. Sobre ellas, la hilada de menor altura e hiladas más desordenadas.
(Fig.55).- Interior de Ksar Lemsa. Al igual que ocurre en el exterior, las primeras hiladas están más cuidadas y sobre la hilada de menor altura (en este caso, es la sexta hilada visible, mantenida también en el faldón de la izquierda), la obra se desordena, lo mismo que ocurre en el Lienzo 1 (Plaza de la iglesia).
(Fig.56).- Vista general de Ksar Lemsa desde el lado opuesto a la puerta.
(Fig. 57).- Detalle del lienzo interior de Ksar Lemsa. Pese a ser, esta fortaleza, la que más parecido tiene a la de Marbella, es más desordenada e irregular.
(Fig. 58).- Ain Tounga. A la derecha los restos de una torre con aparejo desordenado, visibles algunas hiladas de menor altura en su base y sillares almohadillados de acarreo. A la izquierda, un par de hiladas de acostados entre otras, con un cierto orden a soga y tizón, y una de ellas con numerosa repetición de tizones. Es un claro ejemplo de la dificultad de establecer una regla en el aparejo bizantino, ya que depende absolutamente del material de expolio que poseen en el momento de la construcción.
(Fig. 59).- Ain Tounga. La continuación del mismo lienzo anterior. Una clara hilada de acostados en su parte media.
(Fig. 60).- Mismo lienzo anterior donde se aprecia un quiebro/retranqueo de difícil justificación. En calle Arte existe uno muy parecido.
(Fig. 61).- Ain Tounga. A la izquierda, esquina realizada con sillares almohadillados. En el centro, detalle del emplecton del interior de la muralla y cómo los tizones e incluso sillares acostados penetran en el conglomerado haciendo de tirantas.
(Fig. 62).- Ain Tounga. Clara utilización de material de acarreo romano para la construcción de una torre.
En Sbeitla, también en Túnez, ciudad romana que posteriormente fue capital bizantina, existen tres pequeños fortines en los que podemos ver algún otro positivo.
(Fig.63).- Sbeitla. Al fondo se puede ver el lateral de uno de los fortines con una hilada de acostados y sobre y bajo ella hiladas con predominio de la soga.
(Fig.64).- Sbeitla. Algo más desordenada que la anterior. Con alguna hilada de menor altura a la derecha e hiladas con repetición de numerosos tizones.
6.3.- Turquía
Del libro II de Procopio no he encontrado ningún positivo, del peculiar aparejo, en la frontera persa. La búsqueda ha sido mucho más complicada, al existir menos información de esa zona, y de la mayoría de las actuaciones que se describen en el libro II, ni tan siquiera se conoce su localización exacta o han desaparecido. Sí que he podido encontrar de las nombradas en el libro II, el cierre amurallado de la ciudad de Hierápolis en Turquía. Pertenece a la obra desordenada que denomino como "Tetris", (figs.65 y 66).
(Fig.65).- Hierápolis. Una de las entradas de la ciudad. A la izquierda, restos de la muralla, en la que se distingue un par de hiladas de menor altura y, aunque en el resto se ve una tendencia a soga y tizón, no mantiene ningún orden.
(Fig.66).- Hierápolis. Vista frontal de otro punto del muro de cierre realizado en época bizantina.
6.3.1.- La obra turco-helenística
Lo que sí he encontrado en Turquía, principalmente en la parte occidental de Anatolia, en los restos de antiguas ciudades helenísticas, es el aparejo de sillares que posiblemente influyó en el estilo de la obra del castillo de Marbella. Esa influencia pudo ser directa, si hablamos de una fortificación realizada en época helenística por personas de esta zona de Turquía, o indirecta a través de la obra bizantina, que con toda probabilidad fue influenciada por la anterior, e incluso puede que de época islámica, si, por ejemplo, el maestro constructor encargado de la obra fuera originario o cercano de esta zona turca.
Una vez vistas miles de fotos de las obras bizantinas del norte de África y turco-helenísticas después, mi sensación es que el aparejo de Marbella está a medio camino entre las dos. Ni el positivo más parecido de la obra bizantina, Ksar Lemsa, llega a la regularidad y sistematización de la obra de acostados de nuestro castillo (el resto de la obra bizantina, como hemos visto, es casi un amontonamiento de sillares). Y totalmente al contrario que la bizantina, la turco-helenística es una obra de cantería perfecta que, como regla general, está compuesta por una secuencia de dos hiladas alternando en ellas el soga y tizón, con una hilada de menor altura sobre ellas. Al no existir un inventario oficial del patrimonio arqueológico de Turquía, la datación de este aparejo no es sencilla. Muchos de los restos no han sido excavados o han sido excavados a principio del siglo pasado con métodos poco ortodoxos. Pero se puede afirmar, con algunas reservas, que se dio a finales del periodo clásico, siglo IV a.C., y durante todo el periodo helenístico, e incluso puede verse en alguna obra romana de esa zona.
Es usada indistintamente en todo tipo de edificios, por ejemplo: en los muros de cierre del koilon o graderío de teatros como el de Miletus, construido hacia el siglo IV a.C. con numerosas ampliaciones en época helenística (aunque con ciertas dudas, porque fue también ampliado posteriormente por romanos y la fábrica de este muro de contención del graderío puede pertenecer a esta época). Como dato curioso, existe una fortaleza bizantina, Palation, en lo alto del monte que acoge las gradas del teatro (figs.67 a 69), el también teatro de Alabanda sin datación segura al no haber sido excavado (aunque se conoce que la ciudad ya existía al comienzo del periodo seléucida en el siglo IV a.C. y el aparejo es muy similar al del siguiente ejemplo) (figs.70 y 71), o el helenístico de Alinda (figs.72 y 73); en el “Consejo del pueblo” o Bouleuterion como el de Alabanda datado en el periodo helenístico tardío (figs.74 a 77), e igual datación para el de Aigai, de a mediados del siglo II a.C. (fig.78); en ágoras helenísticas como en Alinda (figs.79 y 80), o el de Heraclea del Latmos (fig. 80.1); en fortificaciones como las torres de Alabanda (figs.81 y 82) en Leontopolis (Isaura) (figs.83 y 84), o Heraclea del Latmos (figs.85 a 87); y templos o heroon como el de Phaselis (fig.88), o el de Atenea en Heraclea del Latmos (fig. 88.1).
(Fig.67).- Teatro de Miletus. Aunque con predominio de la repetición de sogas, se ve la alternancia de una hilada a soga y tizón, con hiladas de acostados. Puede ser un caso en el que la obra romana usara este aparejo en la ampliación del antiguo teatro griego. En la parte superior derecha se pueden ver los sillarejos que forman parte de la fortaleza bizantina Palation.
(Fig.68).- Teatro de Miletus. En el perfil se ve la colocación de sillares acostados en las hiladas de menor altura.
(Fig.69).- Vista general del teatro de Miletus, con fácil distinción de tres aparejos distintos en los muros de contención del graderío, debidos a sus numerosas ampliaciones, y en la parte central superior la fortaleza bizantina Palation, construida en su base con sillares sin orden alguno y en sus partes más altas con sillarejos en hiladas continuas.
(Fig.70).- Teatro de Alabanda. Obra de cantería perfecta.
(Fig.71).- Teatro de Alabanda. Vomitorio.
(Fig.72).- Teatro helenístico de Alinda con cantería perfecta y un peculiar curvado en su cara vista.
(Fig.73).- Teatro helenístico de Alinda, con sogas anchos y tizones estrechos, y cada dos hiladas una de menor altura o acostados.
(Fig.74).- Bouleuterion de Alabanda. Dibujo del alzado representado en el cartel informativo del sitio arqueológico. Recuerda mucho a la obra del castillo de Marbella, salvo quizás por la menor utilización de tizones.
(Fig.75).- Lateral del Bouleuterion de Alabanda. Aparejo algo más irregular en la alternancia soga y tizón que los vistos anteriormente, aunque perfecta en la altura de las hiladas y muy parecida a la secuencia de sillares del castillo.
(Fig.76).- Lateral del Bouleuterion de Alabanda desde el interior.
(Fig.77).- Bouleuterion de Alabanda. Detalle de la sección del muro, con paramentos de doble sillar sobre sillares acostados.
(Fig.78).- Entrada al Bouleuterion de Aigai. Se aprecia cómo al encontrarse la fachada en desnivel, las hiladas de menor altura eran usadas como nivelación de las entradas y formando el escalón de la puerta.
(Fig.79).- Ágora de Alinda. De nuevo un ejemplo de cantería perfecta y sillares curvos
(Fig.80).- Ágora de Alinda. Vista desde el lado opuesto.
(Fig. 80.1).- Ágora de Heraclea del Latmos.
(Fig.81).- Torre en Alabanda. Con finos tizones en la mayoría de las hiladas. En las torres, generalmente las hiladas de menor altura marcan los distintos niveles del suelo de las plantas del interior.
(Fig.82).- Torres en Alabanda.
(Fig.83).- Leontopolis, a la izquierda y el centro sendas torres, a la derecha tramo de muralla. En este caso, las hiladas de menor altura son menores que las anteriormente vistas.
(Fig.84).- Torre y puerta en Leontopolis.
(Fig.85).- Torres en Heraclea del Latmos. Con predominio del soga y tizón e intercaladas dos hiladas de sillares de menor altura.
(Fig.86).- Heraclea del Latmos.
(Fig.87).- Base irregular de una torre con engatillado. Heraclea del Latmos.
(Fig.88).- Restos del muro de un heroon en Phaselis. Aunque con predominio de sogas, contiene intercalados algunos tizones. En este caso, la secuencia es una hilada a soga y tizón por una de sillares acostados, repitiéndose hasta cuatro veces.
(Fig. 88.1).- Templo de Atenea en Heraclea del Latmos
Es un aparejo de sillares peculiar, de época helenística, que se encuentra de forma abundante y sistemática en el suroeste de Turquía.
La búsqueda de referentes de la obra con sillares de menor altura me llevó a Grecia. Aquí, aunque son numerosas las edificaciones con este tipo de hiladas, pertenecen en su mayoría al llamado aparejo pseudoisódomo romano, no al que nos ocupa. Pero, tal y como expresé en el apartado romano imperial, la sillería a soga y tizón es sistemática en la Grecia Antigua, y ese uso del tizón, menos habitual en época romana, era a veces incorporado en su estilo predecesor griego, adquiriendo un gran parecido a la fábrica de sillares del castillo de Marbella.
Con toda probabilidad, esta obra influyó en la posterior turco-helenística de los siglos IV-II a.C. que hemos visto en el anterior apartado. También influyó en el pseudoisódomo romano. Más adelante a la obra bizantina, aunque al ser de pobre construcción, con material de expolio, tan solo se ve en algunos pequeños trazos de sus murallas. E incluso tuvo su continuidad en la obra otomana mucho más elaborada que la bizantina.
Como ejemplos de esta obra, el de la muralla y torres del Santuario en Eleusis datados entre 479-461 a.C. (figs.89 y 90); o el muro de un templo en Estagira, datado en el mismo siglo V a.C. (fig.91); o el muro de la Stoa Sur de Olympia, correspondiente al periodo clásico (fig.92).
(Fig.89).- Base de una torre del cierre del Santuario en Eleusis datada entre el 479 al 461 a.C. Contiene dos hiladas a soga y tizón con otra sobre estas con sillares de menor altura.
(Fig.90).- Base de la muralla contigua a la torre anterior. Entre hiladas de menor altura, otra con una alternancia de dos sogas por un tizón.
(Fig.91).- Estagira. Muro de un templo datado en el siglo V a.C. con predominio de sogas, aunque no todas del mismo tamaño, y repitiendo hasta tres veces las hiladas de sillares acostados.
(Fig.92).- Olympia. Muro de la Stoa Sur junto al bouleuterion. Las hiladas superiores construidas con sogas, pero en la hilada inferior se puede ver una alternancia de dos sogas por un tizón.
6.5.- ESPAÑA
Y para cerrar el círculo, una obra de sillares en nuestro país: el muro de protección del puerto de Ampurias, antiguo Emporion de los foceos, fundada en el siglo VI a.C. (fig.93). No se puede considerar como referencia positiva de la obra de este estudio, porque aunque mantiene hiladas continuas de más o menos la misma altura, la forma de los sillares nos refiere a un opus siliceum o poligonal con piezas irregulares encajadas unas con otras. Pero, como dato curioso, en su parte media-alta, existe una de menor altura que recorre todo el rompeolas de punta a punta.
(Fig.93).- Rompeolas en Ampurias de construcción focea, siglo VI a. C. con una hilada de sillares de menor altura (la tercera desde arriba).
7.- CONCLUSIONES
La conclusión es que no se puede concluir casi nada todavía sobre el origen de Marbella, ya sea el castillo o la ciudad. De forma científica estamos en la fase de observación y de lanzar hipótesis. Se puede hablar de que existió una Marbella prerromana. Hay claros indicios, como algún material arqueológico encontrado, o una geografía en el casco antiguo (un punto elevado cercano al mar y rodeado por dos ríos) de similares características con otras del entorno donde sí se sabe que existieron asentamientos prerromanos. Pero desconocemos la importancia o magnitud de lo que fue. También se puede afirmar, gracias a recientes descubrimientos arqueológicos citados anteriormente, que hubo algún tipo de asentamiento en época republicana romana. ¿Cuál?, todavía no se sabe. Igual ocurre para la etapa romano imperial, con un mayor numero de hallazgos arqueológicos. Y también al igual que los anteriores, solo se puede afirmar que hubo algún tipo de poblamiento en la loma del castillo, plaza de la Iglesia y plaza de los Naranjos, y si nos fijamos en lo que ocurre en nuestra costa, con mayor probabilidad este poblamiento fue una villa romana en esta etapa imperial. ¿Fue entonces Marbella un oppidum ibero-púnico, con una continuidad en las etapas romanas?. Es posible que sí. Es una teoría que he defendido desde que comencé a estudiar la historia y vi la especial configuración, como defensa natural, que le proporciona el rio Huelo desembocando en el arroyo de la Represa. Pero aún queda mucho por demostrar.
Sin demasiada seguridad, pero parece ser que esa población continuó de alguna manera coexistiendo para época tardorromana en la ciudad. Se me hace difícil pensar lo contrario. Lo más probable es que un mayor o menor número de personas siguieran usando las construcciones e instalaciones existentes. El alcance de la ciudad para esta etapa tampoco es conocido. Y pienso que es poco probable la ampliación del castillo que proponen en el estudio de los paramentos para esta etapa, de hecho con toda probabilidad la fortaleza ni existía todavía. De la época bizantina no tenemos ni un pequeño fragmento cerámico que pueda confirmar que la zona estuvo habitada, aunque quizás, ese peculiar aparejo que da forma al castillo fuera de esta época bizantina.. Y de la etapa emiral tan solo en una aislada intervención se ha podido encontrar estratigrafía que apunte a un hábitat para esta época. Repitiéndose una y otra vez el mismo problema en la arqueología de Marbella, la falta de estratigrafía que pueda sostener y aclarar el relato histórico.
En cuanto al origen del castillo. No solo no se puede afirmar que el origen del castillo sea romano, sino que con toda probabilidad no lo fue. La decena de sillares almohadillados en la cimentación del lienzo de muralla de la plaza de la Iglesia, que son la justificación para datar la fundación del castillo a esa etapa histórica, entrañan grandes dudas sobre su origen (posible acarreo), datación o incluso al tipo de edificio al que pertenecieron.
El resto de sillares, según el estudio de los paramentos, de adscripción romana, en este caso imperial, situados en las bases este y norte del castillo, como hemos visto anteriormente, están erróneamente datados con una tipología equivocada, y pertenecen a la obra de sillares “acostados”, o de menor altura. Los otros sillares adscritos a época imperial son los situados en la base del lienzo de plaza de la Iglesia, con los cuales ocurre exactamente igual que con los anteriores almohadillados: pueden ser de acarreo, pertenecer a prácticamente cualquier época o haber sido parte de cualquier otro tipo de edificación que no fuera una fortaleza, y simplemente se apoyaron en ellos cuando la construcción del aparejo, que sí que realmente da la forma a todo el contorno, desde su base, y es la obra fundacional del castillo de Marbella, el aparejo con hiladas de sillares acostados.
(Fig.94).- Sillares en la plaza de la Iglesia. De abajo arriba, una primera línea falseada por la restauración; una segunda con sillares a soga de posible adscripción a época imperial; y sobre esta, dos líneas a soga y tizón perteneciente a la tipología de sillares acostados o de menor altura.
(Fig.95).- Justo encima del banco de la derecha la hilada de menor altura. En la parte central la resolución de la intersección entre estos y la hilada a soga de posible adscripción romano imperial
Según Jean-Pierre Adam[6], la mayoría de los edificios romanos que recurrieron al aparejo de sillares fue con pseudoisódomo, el cual describe como bloques cuadrangulares de longitud variable y yuxtapuestos en hiladas de altura uniforme, interrumpidas a veces por descolgamientos. Decreciendo generalmente la altura de las hiladas a medida que aumenta la altura del edificio, para facilitar así las tareas de elevación y de colocación, empleando los bloques menos pesados en las partes más altas de la construcción. Este aparejo, además de ser el más usado, es el que más similitudes y confusión puede tener con el de Marbella. Por un lado, se pueden ver a veces hiladas intercaladas de diferente altura a las otras y, al usar piezas con distinta longitud, se puede confundir con una alternancia sistemática a soga y tizón en la misma hilada. Pero no es la misma obra. La nuestra mantiene una gran claridad en la alternancia soga y tizón en la misma hilada (aunque a veces se repitan la soga o el tizón), y la hilada de sillares acostados es clara y sistemáticamente una hilada de menor altura colocada sobre las anteriores. Bajo mi punto de vista, las probabilidades de que sea romana son menores a una adscripción griega o turco-helenística. Estamos acostumbrados a ver obras romanas en la zona y la opción helenística nos puede parecer disparatada, pero es el aparejo de esta última el que realmente tiene grandes similitudes con la obra de Marbella.
A la hora de intentar datar una obra de sillares únicamente por su forma, solo se puede hablar de parecidos, probabilidades, hasta incluso de sensaciones o intuición, pero no se puede afirmar con rotundidad ninguna en concreto, ni mucho menos descartar las otras posibles opciones. Y en el caso del aparejo de la base del castillo de Marbella no puede ser de otra forma. Como hemos visto en la anterior búsqueda de referencias, la especial secuencia de sillares, vista desde un punto escrupulosamente del parecido, sin subjetividad, puede pertenecer a las épocas griega clásica, turco-helenística, bizantina, e incluso, llegando a la escrupulosidad máxima, pudiéramos estar ante una obra inédita para épocas islámicas e incluso romana.
Estas posibles opciones se podrían reducir si por ejemplo se pudiera determinar si es una obra realizada con material expoliado o creado específicamente en canteras. Pero esta cuestión tampoco está corroborada. No existe en toda la base del perímetro visible del castillo ni una sola muesca en un sillar que pueda probar que fueron transportados y/o elevados mediante grúas. Tan solo el tizón en calle Trinidad, con un cierto parecido en su forma a una clave de arco, pero que bajo mi punto de vista pudo tomar esa forma por obra y gracia de la erosión atmosférica, muy visible en el resto de los sillares de ese paño. Es tal la regularidad en el tamaño de las piezas, en las alturas de las hiladas, y tan perfecta su colocación, que fue confundida su tipología con obra romana de cantería en las partes este y norte del castillo. Y sin tener confirmación sobre la procedencia de los sillares no se puede excluir ninguna de las anteriores opciones.
Se podría pensar que la griega o turco-helenística podrían ser eliminadas por la existencia de sillares almohadillados en la cimentación del Lienzo 1. Pero es que estos pudieron perfectamente formar parte de un posterior “retacado”, de una reparación en esa zona de la muralla. O bien, al ser parte de la cimentación y por lo tanto no visible, no les importó usar sillares con distinto decorado al del resto de la obra. Es complicado hablar con los pocos datos que tenemos de una fortaleza griega en Marbella. Sé que de ser así estaríamos ante un único ejemplo de fortaleza helenística, no solo en España, sino a nivel internacional. Incluso de poder confirmar este punto estaría posiblemente hablando ahora mismo de la desubicada Mainake. Pero las similitudes del aparejo y el desconocimiento de si estamos ante una obra de cantería o no, no me permite descartarlo, aunque obviamente veo sus pocas y difíciles probabilidades.
Al finalizar la búsqueda de referentes del aparejo de Marbella por las fortalezas bizantinas del norte de África, después de haber visto miles de fotos de sillares, mi sensación era de que no había encontrado ningún positivo que encajara totalmente. Y no fue hasta que vi imágenes del bouleuterion de Alabanda (fig.96), cuando empecé a pensar que podía estar sobre una buena pista. Esta búsqueda de referentes no es más que un ejercicio visual de comparación, no me atrevo a llamarlo estudio, pero es de igual validez que intentar datar cronológicamente las fábricas de sillares de obra antigua sin estratigrafía, tan solo por parecidos en su tipología. El que la base de nuestro castillo sea o no obra griega, helenística, romana, bizantina o emiral, se resolverá mediante pruebas científicas, no solo visuales.
(Fig.96).- Alzado lateral del bouleuterion de Alabanda. Visualmente el aparejo de sillares más parecido al del castillo de Marbella.
(Fig.97).- Aspendos. Salas del mercado en el lado oeste del ágora. Igual fábrica que la del bouleuterion de Alabanda, pero en este caso triple hilada con alternancia a soga y tizón sobre la de sillares acostados.
De la etapa tardorromana nada más que decir que lo expresado en el apartado correspondiente en este documento. Pienso que el Lienzo 2, calle Trinidad, pertenece a la misma obra originaria del castillo, la de sillares acostados. Que, salvo esas peculiares hiladas, todo lo demás es igual, misma piedra, mismo tamaño de las piezas, misma alternancia soga y tizón. Y hemos visto ejemplos de obra bizantina (suponiendo que se deba a ellos la construcción del castillo) donde no en todos los paramentos del edificio se mantiene la hilada de menor altura. En el mismo plan director del castillo se habla de que puedan ser coetáneas las bases de los Lienzos 1 y 2, aunque en este caso con adscripción “¿romana, emiral?”.
(Fig.98).- Sillares a soga y tizón en calle Trinidad. Marcado en rojo el tizón con forma de clave de arco.
(Fig.99).- Marcados en rojo otros tizones con características similares que el anterior, donde se aprecia el gran desgaste erosivo que han soportado.
Obviamente, no hay coincidencia de nuestro aparejo con la obra "Tetris" de muchas de las construcciones bizantinas del norte de África. Entre ellas, Dougga y Makhtan, que no pueden ser incluidas como referentes de esta obra. Sí que puede pertenecer a la más cuidada de Ksar Lemsa en la romana Limisa. Mi sensación, y quizás hablando de probabilidades, es que sí, que la fortaleza fue construida por el imperio bizantino en el corto periodo de tránsito por el sur de Hispania. Y, de ser así, tendríamos al igual que en los casos anteriores, una fortaleza única en España, con un aparejo también inédito en la península. Pienso también, que de ser así, tendríamos una prueba irrefutable de la existencia anterior, de numerosos edificios de sillares en la Marbella romana. De ninguna otra manera pudieron construir una fortaleza de esas dimensiones con una sillería tan cuidada y regular, sino es teniendo una enorme cantidad de piezas donde elegir.
(Fig.100).- En segundo plano esquina de las murallas bizantinas de Dougga construidas con material reutilizado de época romana y claro ejemplo de la obra "Tetris", muy distinta de la del castillo de Marbella.
Lo que sí pienso que queda resuelto es el debate de los últimos años sobre las diferentes etapas constructivas de los cuadros alto y bajo del castillo. Toda la base pertenece a un mismo arranque constructivo. Y para la resolución de la datación original de esta base fundacional de la fortaleza, propondría tres actuaciones que creo necesarias. Una en el interior de la torre del Cubo; allí se encuentra la fábrica de acostados (de hecho, toda la torre pertenece a esta tipología) y existe la posibilidad de que desde dentro se pueda encontrar una estratigrafía “limpia” asociada al paramento que nos permita datarlo, o bien, si se accede a la cimentación de la torre, poder obtener muestras de cal que analizar. También veo interesante la actuación en esta torre por la posibilidad de haber contenido la noria que alzaba el agua al interior del castillo, y también por la posible existencia de una puerta en la cara este, cegada por la torre semicircular. Una segunda actuación puede ser en la explanada del colegio en el interior del castillo. Allí hemos realizado en total cuatro sondeos en dos actuaciones, años 2012 y 2014, sin haber podido encontrar una estratigrafía clara en ninguno de los casos, y posiblemente tampoco se encuentre en esta. Pero queda por excavar una zona que puede ser interesante, que es la sombra que detectó el georradar, de la que tan solo pudimos ver su “punta”, dos sillares alineados con una orientación que puede pertenecer al cierre entre el cuadro alto y bajo, y esa sombra es posible que se corresponda con la puerta de la retirada del castillo y/o parte de la torre anexa. Y una tercera actuación, más económica y fácil de realizar, y que pienso que puede dar grandes resultados, es el estudio de la cerámica contenida en el hormigón existente en la esquina sureste perteneciente a la “torre perdida”; quizás se encuentre alguna pieza cerámica que nos pueda dar una datación y, por supuesto, obtener muestras de cal de ese hormigón que poder analizar.
Pienso, aunque es una opinión personal y obviamente nada vinculante, que estaría bien que para futuras actuaciones en el castillo fueran ojos nuevos y frescos los encargados de su análisis. Algo así como cuando se pide una segunda opinión médica. A ser posible, especialistas en obra antigua. Personas que puedan aportar opiniones nuevas, o bien simplemente confirmar las ya existentes, pero pienso que siempre viene bien y es necesaria una segunda opinión.
Mesopotamenoi. Curioso nombre, griego, sin localización conocida, que con toda probabilidad se refiere a un sitio, ubicado entre dos ríos al igual que la antigua Mesopotamia. Nombre que aparece en la Descriptio Orbis Romani de Jorge Chipre (630 d.C.) y que en las Notitiae Graecorum Episcopatuum (660 d.C.) aparece como Mesopotaminoi. No voy a entrar en este escrito a describir/discutir las distintas teorías, decenas y realizadas por grandes historiadores, sobre la ubicación de tan peculiar nombre, y que se escapan de mi conocimiento. Para ello os remito al gran trabajo realizado por José Soto Chica y Ana María Berenjeno La última posesión bizantina en la Península Ibérica: Mesopotamenoi-Mesopotaminoi. Nuevas aportaciones para su identificación. En él están todas detalladas y propone como ubicación del sitio a Algeciras. Tan solo voy citar una de las teorías, que me parece curiosa y nada descartable, y es la de un asentamiento en el Estrecho de tropas bizantinas retiradas del frente persa tras la firma de paz de Mauricio con Cosroes II en 591 d.C., teoría defendida por García Moreno en 1973[7], y por Honigmann en 1939[8]. Según este último, los equites indigenae procederían de la misma Mesopotamia. Por lo que, según esta teoría, la fecha de creación del sitio Mesopotamenoi no se correspondería a la fecha de entrada del imperio en la península, sino a cuarenta años después.
Desde el punto de vista científico, posiblemente nunca se va a poder confirmar cien por cien que Mesopotamenoi fue la Marbella bizantina. Pero si la datación de la fábrica original del castillo, conseguida mediante pruebas arqueológicas, se corresponde a la etapa bizantina, no se podrá rebatir que con absoluta probabilidad Marbella fue Mesopotamenoi. Y no solo porque se encuentre entre dos ríos y nos apoyemos simplemente en la geografía de la zona, sino porque tendríamos una fortaleza única en España y por lo tanto también única en el área del Estrecho para época bizantina.
Quizás pueda parecer poco importante conocer el nombre antiguo de tu ciudad; mi opinión es que sí lo es, y mucho. Y entiendo los grandes esfuerzos que se han realizado por encontrar el de Marbella. Pienso que el conocerlo hace que las personas se sientan orgullosas de tener un pasado histórico reconocible, y se impliquen, y quieran, y cuiden el patrimonio histórico que desde ese momento hacen suyo. Igual ocurre con los políticos encargados de aportar presupuestos para el estudio y la conservación de los monumentos. E incluso se convierte en un reclamo turístico para los aficionados a este tipo de turismo histórico. Por todo eso, aunque obviamente no solo por eso, creo que el cuidado y estudio del patrimonio histórico es básico en sociedades avanzadas, y veo totalmente necesaria la continuación de las investigaciones en el castillo de Marbella estancadas en los últimos dos años. Parece que, después de la adscripción realizada a un origen romano, está todo hecho. Mi opinión, tal y como decía al comienzo de estas conclusiones, es que, aunque se han hecho algunos avances, está casi todo por hacer.
Para terminar, quiero agradecer a todas aquellas personas, aficionadas o profesionales de la historia, que altruistamente “cuelgan” sus fotos, o crean páginas web especializadas con unas bases fotográficas valiosísimas sobre el patrimonio histórico, en muchas ocasiones intentando suplir la falta de inventarios arqueológicos oficiales en sus países. También a Google Maps, o Wikipedia, con enormes y valiosas bases de datos gráficas, sin los cuales no hubiera podido realizar este “ejercicio visual” o búsqueda de referentes del aparejo del castillo de Marbella. Me hubiera encantado, obviamente, poder visitar presencialmente esos lugares, pero me hubiera llevado toda una vida y ni aun así hubiera podido verlos todos. El motivo de este escrito es al igual que todos ellos, la divulgación del conocimiento de forma altruista y, al ser imposible agradecer a todos uno por uno, de nuevo gracias a todos.
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[6] (ADAM, 2002, pág. 123)
[7] Luis A. García Moreno (1973): «Organización militar de Bizancio en la península Ibérica (ss. VI-VII)», en Hispania. Revista Española de Historia, pp. 5-22.
[8] Ernest Honigmann (1939): Le synekdèmos d'Hiéroklès et l'opuscule géographique de Georges de Chypre, Institut de Philol. et d’Hist. Orientales et Slaves, Bruxelles.
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